CRÓNICA

Juan Luis Guerra, inagotable poder latino en el Sant Jordi

El cantante dominicano ofreció un exuberante concierto en el que presentó su reciente 'Literal' y repescó hitos como 'Ojalá que llueva café' y 'La bilirrubina'

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Jordi Bianciotto

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En el mundo de Juan Luis Guerra, el golpe de cadera se cruza ahora con la espiritualidad mientras, extramuros, la música latina de masas sufre sacudidas de aquí te espero a lomos del ritmo urbano. Pero ni el reguetón ni el trap han podido, por ahora, con el cantante dominicano, cuya unidad de medida sigue siendo el sensual romanticismo de la bachata y el merengue, con poder para enamorar y hacer bailar audiencias todavía amplias, como las 12.000 personas que acudieron este lunes al Palau Sant Jordi.

Clientela fiel que Guerra mantiene a un régimen alimenticio escaso (últimas visitas a la ciudad: 2015 y 2008) y que fue compensada con un señor concierto a lomos de los logros de ayer y hoy. El punto de partida lo puso 'Literal', un notable disco lanzado hace solo tres semanas, que suministró la primera canción, 'I love you more', animada loa a una novia "que es un ruiseñor" y a sus "besitos tiernos de melocotón". Juan Luis Guerra, cantando al amor a ritmo ligero, en un escenario con iluminación de colorines, intensos rojos, granates y azules, y muy bien arropado por la quincena de músicos de la renovada versión de su grupo de siempre, 4.40, con despiertos coros y vibrantes metales.

Con Diego Torres

¿Para qué dejar los 'hits' para el final? No tardó en caer 'Ojalá que llueva café', su talismán del éxito, de 1989, tras el cual se deleitó enumerando las banderas que tenía a la vista, la dominicana entre ellas. "Venezuela, Colombia, Puerto Rico, Perú, México… ¿Cuántos quieren cantar bachata? ¿Cuántos enamorados?". La filigrana melódica de 'Bachata rosa' abrió paso a un invitado de un país no mencionado, Argentina, el "amigo Diego Torres", que se agenció varias estrofas con poderío vocal. El abanico de ritmos de Guerra es amplio y sabroso: incursiones sin complejos en territorio salsero con 'Razones', y en el calipso con raíces venezolanas en 'Woman del Callao'.

Es igualmente extenso el catálogo de recursos líricos, ya que las cosas del querer convivieron con otro tipo de amor en 'Para ti': "para el que no hay nada imposible, para mi señor y salvador", presentó, haciendo compatible el canto espiritual, el meneo bailable y la lluvia de confeti dispensada desde sendos cañones. No hubo, hay que decir, mayores alusiones a la religiosidad en un repertorio en el que los estrenos se manifestaron con cierta prudencia. Ahí, hubo tiempo para la graciosa 'Kitipún' ("mi cuenta de ahorros, mi pasta dental / Mi guitarra Fender y mi celular / Todo lo que tengo es tuyo, tuyo, tuyo"), la incursión en la bachata de 'Corazón enamorado', escena de taburete y confesión a corazón abierto, y la salsa triunfal de 'Má pa lante vive gente'.

Lenguaje rítmico atemporal

Con su aspecto de tipo normal, alto y un poco desgarbado, calzando gorra y zapatillas deportivas, Guerra se puso en el bolsillo al público dándole todo lo que podía esperarse de él, sin darse mayor importancia, con simpatía pero sin empalagar ni tratar de impresionar, del mismo modo que sus canciones pueden desplegar mensajes sentidos y trascendentes sobre ritmos livianos que les quitan hierro. Bendito sentido de la vida tropical, expresado al final en hitos que, como 'La bilirrubina', en su día llegaron a incrustar extrañas palabras en el lenguaje popular. Latinidad gozosa y compartida, para la que no pasa el tiempo.