MEMORIA HISTÓRICA

El franquismo, esa cosa grotesca

Varias novedades editoriales abordan la crítica del fascismo español desde un punto de vista esperpéntico

Ilustración de Miguel Brieva para el libro 'Diccionario del franquismo', de Manuel Vázquez Montalbán.

Ilustración de Miguel Brieva para el libro 'Diccionario del franquismo', de Manuel Vázquez Montalbán. / periodico

Ramón Vendrell

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Hagamos caso a los Monty Python y miremos el lado luminoso de la vida: el golpe de Estado por los pelos fallido del 23 de febrero de 1981 tuvo una consecuencia positiva y fue el especial que le dedicó el tebeo ‘el Víbora’. Con esa respuesta supersónica y brillante al ‘tejerazo’ el cómic ‘underground’ salió de su madriguera marginal y se enfrentó por primera vez a la política en general y al fascismo en particular (aunque su mera existencia ya era una poderosa declaración política y algunos de sus autores, caso de Max, eran claramente políticos). 

En una historieta del extra Martí (dibujo) y Onliyú (guion) desvelan que Tejero no era Tejero, era Fu Manchú, el archivillano ‘protopulp’ obsesionado con conquistar el mundo, creación de Sax Rohmer. En otra, titulada ‘Otra historia secreta más’ y firmada por Simónides, las defecaciones de los diputados retenidos en el Congreso revientan la cloaca justo encima de un comando terrorista que, en la inopia, está excavando un túnel para secuestrar a Sus Señorías. Un magnífico chiste de mierda, jua jua jua.

Marcaron ambas historietas, y algunas otras del número, una nueva manera de hacer humor (humor muy triste, en el fondo) sobre el franquismo (si bien la política ‘democrática’ tampoco salía indemne): salvaje, grotesca. El factor grotesco del golpe de Tejero y sus fieles con metralleta, por otro lado, era tan obvio que en las tiendas británicas de ‘merchandising’ pop no tardó en convertirse en un ‘hit’ la postal del teniente coronel rebelde en la Tribuna de Oradores del Hemiciclo, mano izquierda en alto y una pipa en la derecha, el incomprensible tricornio en la cabeza.

Calcetín sudado

Heredero espontáneo del especial golpe de Estado de ‘el Víbora’ es Miguel Brieva (Sevilla, 1974), historietista e ilustrador que saca petróleo de aplicar una óptica esperpéntica al mundo hipercapitalista. Suyas son las ilustraciones de la reedición del ‘Diccionario del franquismo’ (Anagrama) de Manuel Vázquez Montalbán, publicado originalmente en 1977. “Lo que he hecho ha sido preguntarme cómo pueden convivir dos realidades antitéticas", dice Brieva. "Por un lado, tenemos ese zombi político y estético llamado franquismo, una cosa que huele a calcetín sudado, como decía mi abuela. Por el otro, tenemos su pervivencia en el actual escenario consumista, donde todo tiene que ser sexi. Es una confrontación interesante”.

En cuanto a su estilo, Brieva se siente a gusto en el pequeño campo semántico que va de lo grotesco al esperpento. “Se trata solo de hacer una pequeña hipérbole para que afloren los aspectos más terribles de lo que vivimos -dice-. Esta alquimia te permite hacer un retrato fiel de la realidad. Todo esto ya lo sabía Goya”.

Dice Brieva por último: “El franquismo está tan vigente en España porque de hecho viene de mucho antes de Franco. Está muy enraizado en la sociedad. Como dice un amigo mío: ‘A España le gusta mucho el bigote’”.

Que hable el pasado

Entronca esta idea con lo que expone ‘España salvaje’, libro que en la línea de todos los publicados por la admirable editorial madrileña La Felguera deja mayormente que hablen los documentos originales, situados por textos escritos ex profeso. Y vaya si hablan los documentos originales, empezando por la escalofriante fotografía del multitullido José Millán-Astray, fundador de la Legión, que ilustra la portada. La tesis, irrebatible una vez concluida la lectura del volumen, es que España siente una atracción irrefrenable por la cultura de la muerte, de la que el fascismo es su máxima expresión.

‘España salvaje’ opta por otra forma de aproximación grotesca al fascismo: que se retrate él solo, que sobran los comentarios. Es en este sentido descendiente del ‘Celtiberia show’ de Luis Carandell, descacharrante y tétrico museíllo de deformidades sociales patrias que el buenísimo periodista exponía sucintamente, sin apenas glosa, en la heroica revista ‘Triunfo’.

‘El baile de los caídos’ entra desde el título en el terreno del más puro ‘exploit’ y carece de la mala idea de los dos libros anteriores, pero es significativo que esté publicado por Temas de Hoy, sello perteneciente a Planeta. Es como una especie de semáforo verde para chotearse en clave grotesca del franquismo de ayer y de hoy. Escribe la novela Jose Trabajo (guionista de ‘Aquí no hay quien viva’ y ‘La que se avecina’) y la ilustra Miguel Gallardo. Pues eso, cutrísimos comandos neofachas y momias que vuelven a la vida.