CRÍTICA DE CINE

'I am mother': mi madre es un androide bulldozer

La nueva propuesta de ciencia ficción íntima de Netflix presenta a una actriz y un director a tener en cuenta

Un fotograma de 'I am mother'

Un fotograma de 'I am mother'

Juan Manuel Freire

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Entre los diversos nichos que Netflix está cultivando a conciencia, brilla con luz propia la ciencia ficción más o menos íntima y cerebral. Además de distribuir 'Aniquilación' fuera de Norteamérica y China, la plataforma ha estrenado bajo su división cinematográfica un puñado de muestras de esa vertiente del género, como 'The discovery', 'Mute', 'IO' o, ahora, 'I am mother', adquirida en el último Sundance.

Netflix empieza a parecer el hábitat natural de esas ficciones fantacientíficas que anteponen ideas a espectáculo, en parte, a veces, por las restricciones a las que obligan presupuestos modestos. 'I am mother', debut del australiano Grant Sputore, puede recordar en su cosmogonía a la saga 'Terminator', pero por su tono y (muy dosificada) acción recuerda sobre todo a ejemplos más 'lo-fi' como 'Moon' y 'Ex_Machina', a cuya protagonista, Alicia Vikander, recuerda en ocasiones la también nórdica Clara Rugaard.

Esta joven actriz supera el desafío de llevar casi todo el peso expresivo de una obra situada en pocos espacios y con solo otro personaje humano con líneas de guion. Hasta que llega la supuesta invasora encarnada por Hilary Swank, Hija (Rugaard) comparte plácidamente sus días con Madre (voz de Rose Byrne), androide bulldozer al cargo de un centro de repoblación, un sistema programado para volver a crear humanos en caso de extinción. Hija cree confiar en Madre, pero la llegada de una forastera complica su muy mediatizada visión del mundo. Madre no confía en esa Mujer. Hija no sabe en quién confiar.

'I am mother' es, durante buena parte de su metraje, un drama de cámara con paisaje futurista y temas que no solía tocar Bergman, como la inteligencia artificial o la futura dominación del mundo por jefes supremos robóticos. Sputore tiene dotes para la composición visual, pero no la economía narrativa de un Alex Garland: falta tensión y sobra confianza en la resonancia de ideas no tan originales ni profundas. Los amantes de la ciencia ficción sin explosiones, sea como sea, sabrán apreciar seguramente sus esfuerzos, e incluso querrán seguir con atención los siguientes pasos de alguien a quien ya llaman el próximo Christopher Nolan, pero quizá sea más un futuro Gareth Edwards.