CITA MUSICAL EN EL FÒRUM

Duelo de divas en el Primavera Sound

Janelle Monáe y Carly Rae Jepsen contrastaron sus estilos en una segunda jornada del festival en la que brilló también el Brit-pop puesto al día de Suede

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Jordi Bianciotto

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Dos maneras distintas de ser una estrella pop coincidieron este viernes en el Primavera. Una, Carly Rae Jepseon, rubia ‘pin up’ adscrita al ‘hit parade’ estadounidensea través del estribillo burbujeante y libidinoso, y la otra, la afroamericana Janelle Monáe, aspirando a ser lo más cercano a figuras como Michael Jackson y Prince, con su sensualidad andrógina, su mística y su ego mayestático. Ambas marcaron territorio en una segunda jornada del festival que miró también al orden pop británico de la mano de Suede.

Carly Rae Japsen compensó a sus fans barceloneses por olvidar casi siempre la ciudad en sus giras con un simpático recorrido por sus ‘hits’. Canciones que, de tan ‘mainstream’ que son dan la vuelta al marcador y calzan sin asperezas en un festival como este. Es cierto que hay reluciente sustancia pop en su repertorio, empezando por su mayor logro comercial, ‘Call me maybe’, que alborotó a la concurrencia a medio repertorio.

Retórica de alcoba

Jepsen podría haber trabajado un poco la escenografía, nula, porque la vaporosa y volante tela roja que cubría su figura fue el único ‘atrezzo’. Pero algunas canciones de su recién lanzado ‘Dedicated’ (como ‘Twomuch’, sintética ella), y sobre todo, su acopio de éxitos pusieron el recinto en pie de baile. Estribillos juguetones y retórica de alcoba en temas como ‘Want you in my room’, y saxos y ambientes electrónicos ochenteros en ‘Let’s get lost’. Cumbres eufóricas con ‘I really like you’ y ‘Cut to the feeling’, despuntando en un repertorio cuyo cuidado por la melodía y su narrativa descocada sitúan a Jepsen cerca de una Kylie Minogue. Aunque, en esa liga, debe ser duro vivir al mismo tiempo que Taylor Swift.

Entronca más con las tradiciones americanas el menú de Janelle Monáe, que hay que ver cómo se ha crecido desde que en el 2011 nos visitó en Apolo y en el Sónar. Si entonces paseaba como una figura intrigante pero un poco desvalida, ahora pisa fuerte, literalmente: entrada en escena imperial, con cuatro bailarinas, evolucionando a lo largo de una escalinata y luciendo un excéntrico modelito reluciente con franjas rojas y blancas y gorra que la hacía parecer una especie de gendarme galáctico.

El trono de Prince

Monáe abrió con ‘Crazy. Classic. Life’, de su última y aventurada obra, ‘Dirty computer’, a golpe de pop con fibras negras e injertos de rap. Concierto con cuatro actos, casando piezas de obras anteriores (‘Electric lady’) con material fresco como ‘Screwed’ y ‘Pynk’ (dueto discográfico con Grimes). Monáe no disimula su admiración a Prince, y no tiene por qué: su obra tiene entidad propia y muestra suficiente confianza en su poder, como ilustró esa escena en la que se sentó en un trono dorado.

Y un poco más cerca de las raíces del Primavera, el pase de Suede, con una razonable proporción de ‘revival’ y de presente. De su último disco, ‘The blue hour’, salió la primera canción, ‘As one’, recogida y en ‘crescendo’, y tras otra pieza de su era moderna, ‘Outsiders’, cayeron el clásico ‘We are the pigs’ y el primerizo ‘So young’, con un Brett Anderson en buena forma, señalizando el camino a los años 90, allá donde empezaron tantas cosas.