'Amigas con solera': un trago tan solo agradable
La película de Poehler dista de la perfección, pero la química entre sus actrices la hace digerible y a veces hilarante
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
Llegas a 'Wine Country' (resistámonos a utilizar el creativo título español) con la seguridad de estar en buenas manos: su equipo reúne a jugadoras muy valiosas del 'Saturday night live' de principios de siglo, empezando por Amy Poehler, quien dirige además de compartir reparto con la legendaria guionista Paula Pell y antiguas estrellas del programa como Maya Rudolph, Rachel Dratch (alias Debbie Downer), Ana Gasteyer o, por supuesto, una inseparable de Poehler como Tina Fey, aquí en un papel pequeño y olvidable, todo sea dicho.
Hay formas peores de pasar 103 minutos que con estas mujeres, quienes desde el primer momento hacen creíble, quizá porque la sienten, la antigua amistad entre sus personajes, excompañeras de pizzería reunidas para celebrar el 50º cumpleaños de Rebecca (Dratch) durante un fin de semana entre copas en el Valle de Napa. Por supuesto, sus caracteres, deseos y esperanzas van a chocar, pero el drama nunca se vuelve demasiado agrio, como tampoco la comedia se vuelve demasiado chillona o escatológica. Más que a 'La boda de mi mejor amiga' o 'Girls trip', el debut de Poehler recuerda a la relajada comedia televisiva sobre amistades adultas 'Cougar Town', en la que, por cierto, también se bebía mucho vino.
Esta distensión es, a la vez, bendición y maldición. Sus autoras parecen haberse contagiado del relajo de sus personajes y han aprobado chistes, situaciones y personajes –el chef experto en paellas encarnado por Jason Schwartzman– que pedían a gritos una segunda revisión. También sorprende la desconfianza en sus expresivas actrices. Igual que no suena pizzicato de violín en momentos delirantes, tampoco hacían falta esas entradas de música melancólica para remarcar el "ahora vamos en serio".
'Wine Country' es, ante todo, un humor, un clima. Cuesta imaginar alguno de sus gags pasando a la historia o alguna de sus frases pasando al Esperanto pop colectivo. Su parodia de los 'millennials' es tan rancia como la de 'The great indoors'. Pero, a ver, son 103 minutos con Poehler, Rudolph, Dratch, Pell y Gasteyer bebiendo vino, buscándose las cosquillas e improvisando a la primera de cambio. Todo el tiempo quieres ser la séptima amiga.
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