CRÍTICA DE CINE
'Gracias a Dios': el tiempo de los abusos
La mirada es amplia y airada, pero el conjunto no resulta todo lo homogéneo que cabría esperar. Ozon abre muchas puertas y aunque no pretende cerrar ninguna, quedan demasiado entornadas
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Abierto a cualquier enunciado temático desde que empezó a dirigir hace más de dos décadas, sobre todo en lo que a la representación del sexo en pantalla se refiere, el cineasta francés François Ozon aborda en 'Gracias a Dios' uno de los temas más actuales que ha contemplado en su vasta filmografía, el de la pedofilia en el contexto religioso. Intenta no ser un filme más sobre el tema a partir de una idea que a veces va en su contra: abarcar el mayor número de posiciones posibles entre las víctimas.
De este modo, una primera parte de la película atañe al personaje encarnado por Melvil Poupaud, quien fuera un fotógrafo engreído afectado de cáncer en el filme de Ozon 'El tiempo que queda'. Es padre de familia numerosa (cinco hijos), tiene un buen trabajo y es católico practicante. Ozon filma el entorno familiar y religioso, las comidas en casa, la presencia en las misas. El personaje sufrió abusos sexuales por parte de un sacerdote repetidamente. Quiere hacerlo público y se encuentra con los férreos mecanismos de la propia Iglesia y, tras ella, de la sociedad más conservadora. Sigue siendo católico, aunque al final del filme deberá responder a la pregunta de si aún cree en Dios.
Gracias a Dios se han hecho muchas cosas. Las Cruzadas, sin ir más lejos. En la supuesta y abstracta gracia de Dios se amparan sus acólitos para practicar abusos de cualquier tipo. A medida que el personaje de Poupaud se desvanece, sin desaparecer, crecen otros individuos de posicionamientos bien distintos a aquel (un ateo, un marginado enfermo, un médico más activo que reactivo) que también sufrieron los abusos del mismo sacerdote. La mirada es amplia y airada, pero el conjunto no resulta todo lo homogéneo que cabría esperar. Ozon abre muchas puertas y aunque no pretende cerrar ninguna, quedan demasiado entornadas.
Hay detalles curiosos en el filme: en las dependencias del inspector de policía que se encarga del caso de demanda puede verse un poster de 'Spotlight', la oscarizada película sobre la pederastia en Boston. Una forma de decirnos, quizá, que el cine debe seguir estando atento en relación a este tema.
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