CRÓNICA

La Pegatina, pachanga profesional en el Poble Espanyol

El grupo de Montcada i Reixac arrolló en el Cruïlla de Primavera con la verbena mestiza de su sexto disco, 'Ahora o nunca'

Adrià Salas, en el concierto de La Pegatina en el Poble Espanyol

Adrià Salas, en el concierto de La Pegatina en el Poble Espanyol / ACN / PERE FRANCESCH

Jordi Bianciotto

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Con su sexto disco, ‘Ahora o nunca’, en que el argentino Rafa Arcaute (vinculado a artistas como Andrés Calamaro o Lila Downs) suple a Marc Parrot en la producción, La Pegatina expande su fiesta global con nuevos acentos sin que el ritmo se detenga. El grupo originario de Montcada i Reixac todavía no había presentado el disco en un concierto propio (más allá del último Cruïlla BCN) y procedió a desplegar todo su amplio catálogo de recursos para poner patas arriba un recinto como el Poble Espanyol, este sábado en el marco del Cruïlla de Primavera.

La última cita del ciclo, tras los conciertos de Lildami e Izal (asistencia global de 9.000 personas, según el balance de la organización), fue una nueva demostración de las habilidades de La Pegatina para construir una especie de jaranero estado de ‘shock’ de un par de horas en las que no dejan de pasar cosas. Ritmos ‘skatalíticos’ y patrones rumberos cruzados con renovados perfumes latinos, cóctel de lenguas, gags escénicos (por ejemplo: los músicos se quedan petrificados y alguien les da cuerda con una llave gigante), injertos de canciones populares (‘La mala vida’, ‘Marcha, marcha’) para que los estribillos cabalguen unos con otros... Pachanga no solo sin complejos sino exponencial.

Octeto multiplicado

En esa idea de verbena como estado mental, las nuevas canciones encajaron con facilidad, de ‘Y volar’ a ‘Mama’, con Adrià Salas en su papel de ‘frontman’ horizontal frente a un Rubén Sierra que se reservó momentos más matizados: ‘Solo yo’ y la repescada ‘Y se fue’, combinando el ritmo con el pulso melancólico. Las composiciones de La Pegatina parten de ideas melódicas sencillas que se ejecutan con frondosidad y técnica, y transmitiendo  pasión, una clave de su conexión popular.

El octeto creció con los tambores de Brincadeira y la fanfarria de la Balkan Paradise Orchestra, y acogió al dúo Arnau Griso y al ‘triunfito’ y eurovisivo Miki, dirigiéndose a un clímax dentro del clímax general con clásicos como ‘Lloverá y yo veré, ‘Alosque’ y ‘Mari Carmen’. Unos profesionales.