ELUCUBRACIONES DE UN MÚSICO DE CULTO

Donald Fagen, el aura del bicho raro

El libro 'Hípsters eminentes' reúne memorias y reflexiones mordaces del cantante y teclista de Steely Dan

icult donald fagen

icult donald fagen / periodico

Jordi Bianciotto

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Un libro de Donald Fagen no podía ser una autobiografía ordinaria, ni una perozosa antología de chismes, sino algo más intrincado. Por ejemplo, un ensayo en torno a las figuras excéntricas que marcaron su niñez mezclado con la contracrónica de la América del ‘baby boom’ desde un ángulo de adolescente rarito y el diario de ruta de una estrella del rock de vuelta de todo. Algo así es ‘Hípsters eminentes’, el libro de selectivas memorias del cofundador de Steely Dan, publicado en inglés en el 2013 y que ahora ve la luz en castellano (traducción de Antonio Padilla) de la mano de Libros del Kultrum.

Una lectura vibrante, con momentos de carcajada, que acerca un poco más a este músico esquivo, en cuyas canciones la procesión va por dentro. Como ocurre con Steely Dan, en la América de los 50 también parecía que no pasaba nada, pero ahí estaba el muchacho Donald horrorizándose ante el televisor al ver los efectos de la bomba de hidrógeno (rostros derritiéndose ante la radiación mostrados en un magacín, entre acróbatas y humoristas) o imaginando que su familia podría haber sido abducida por extraterrestres como en el relato ‘El padre-cosa’, de Philip K. Dick.

La heroína minusválida

La primera parte del libro se acoge al subtítulo de ‘Autobiografía del gusto’ y por sus páginas desfilan figuras que él suele ver como apartadas de "lo predominante y lo convencional". Presencias como Connie Boswell, del grupo vocal de los años 30 The Boswell Sisters. Según su madre era "la mejor", y le conmovió que una desgracia, quizá la polio o un accidente infantil, le truncara la carrera y que, limitada de movimiento, "no pudiera competir" con una Judy Garland.

No siempre es Fagen tan cínico como quiere aparentar: hay una admiración conmovedora hacia la "inigualable dinámica" de las Boswell y las cualidad "introspectiva e irónica" de Connie. Y el beneficio de la duda ante la teoría del escritor y crítico Edmund Wilson según la cual la obra artística es el reflejo de una "herida primigenia". Nos llegan sus fogonazos de perspicaz análisis musical en torno a Henry Mancini, Ray Charles o el desahuciado Ike Turner, a quien reivindica frente a su estigma de "símbolo viviente del machito maltratador".

El influjo de la radio

Confirmamos al Fagen encantado de llevar la contraria, el chico de la edad del bienestar insensible a los esfuerzos de sus padres y que busca en los márgenes. El doceañero conectado cada noche con el programa del mundano Jean Shepherd, una de las figuras a las que podríamos asociar la portada de su álbum 'The nightfly' (1982); el asistente más joven de los conciertos de jazz en el Village Vanguard neoyorkino. Y dando un salto en el tiempo, el encargado de entrevistar a Ennio Morricone para la revista 'Premiere', un diálogo de besugos.

En la segunda parte, 'El ocaso de los dioses'’, Fagen airea el diario de su gira del 2012 con The Dukes of September, su supergrupo con Michael McDonald y Boz Scaggs. La apoteosis del Fagen gruñón: su público "parece salido de un geriátrico", la piscina del hotel es pequeña y ridícula, y el exquisito teatro art déco "suena como una mierda". Encantador Donald Fagen, que en las últimas páginas procede a informar del 'Trastorno por Gira Traumática'’ (TGT), perturbación propia de las viejas estrellas del rock de difícil tratamiento: Fagen alerta en las últimas líneas que la "reducción brusca" del "alimento para su narcisismo" puede ser el mayor de los peligros.

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