CRÓNICA DE TEATRO
Les Impuxibles contra la mediocridad de los cuerdos
Las hermanas Peya se confiesan en su nueva pieza para combatir los estigmas asociados a las enfermedades mentales
Clara Peya por fin abandona la zona de nominados. La concesión del Premi Nacional de Cultura ha coincidido con el estreno en la Sala Beckett de la última creación de Les Impuxibles, la compañía que comparte con su hermana Ariadna. Ambas dirigen y catalizan 'Suite TOC núm 6' (hasta el 14 de abril), tsunami escénico que nos sumerge bajo múltiples capas creativas, un interregno entre obsesiones y afectos. Don Quijote al piano, la locura creativa se quiere revolucionaria para oponerse a la supuesta cordura de la alienación neoliberal. Artistas que se mojan.
Quien no tiene una enfermedad mental es por falta de diagnóstico, nos repiten. Solventes en los temas que nadie se atreve a tocar -'Aüc', 'Limbo'-, las Peya y equipo desencajan aquí los estigmas de quien padece, pero sin perder de vista la perspectiva de género: las mujeres como el sujeto recurrente de los trastornos clínicos que los hombres crean para infravalorar. Valiente, Clara nos confiesa desde su yo escénico más desnudo que padece un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Ariadna, por su parte, hace visible el papel de quien cuida, perfil desprotegido y en la sombra.
La naturaleza dual y personalista encuentra todo tipo de correlaciones escénicas, las plásticas (omnipresentes teclados, como si en la mente de la Clara compositora habitara el fantasma de Carles Santos), las narrativas (los textos de María Velasco abren una ventana al romanticismo) y el movimiento quebradizo de Ariadna en sus solos, su balanceo cuando transforma el lenguaje de signos en danza. Mención a parte para las coreografías de conjunto, que consiguen adentrarnos en la creciente ansiedad de una Clara que se aferra al piano como a un salvavidas que la separa del abismo.
Locura rebelde
Queda espacio para disparar referentes (Sarah Kane, John Cage...), ideas y poesía bajo un denso manto sonoro punteado por las frenéticas interpretaciones de teclado, marca de la casa. Se unen al clan familiar Èlia Farrero, su traducción de signos abre el espectáculo a personas sordas; Adrià Viñas, contrapunto en fuerza para el movimiento de Ariadna; y un refrescante Pau Vinyals como narrador, que tirando de bagaje rescata el carácter escurridizo de un Puck shakesperiano que ventila la solemnidad, y de paso se saca de las entrañas una oscura interpretación vocal. Aunados sutilmente por el vestuario de Marc Udina, el conjunto gira sincronizado y en su progresión consiguen hacer de la enfermedad virtud. Contra la tibieza del mediocre, locura rebelde.
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