CRÓNICA DE TEATRO

'This is real love', el algoritmo del amor

El Col·lectiu VVAA se lanza a retratar las relaciones sentimentales en la era de la egolatría digital en la sala Beckett

Un momento de la representación de 'This is real love', del Col·lectiu VVAA

Un momento de la representación de 'This is real love', del Col·lectiu VVAA / periodico

Manuel Pérez i Muñoz

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¿Qué reflejo del amor nos devuelve una sociedad mercantilizada y espectacularizada? La pregunta no es moco de pavo, y se la formula el joven Col·lectiu VVAA en su último espectáculo, 'This is real love', en la Sala Beckett hasta el 10 de marzo. Su juventud tampoco es un detalle menor, porque en su osadía y práctica crítica van a la esencia de los tics y TOCs contemporáneos, ensamblan con frescura sentimientos y algoritmos, egos y 'likes', y nos advierten desde el púlpito de la no tan curiosa similitud entre matrimonio y patrimonio.

Alerta, la travesía requiere instrucciones. Al acceder a la blancor aséptica del espacio diseñado por Marc Salicrú descubrimos que no hay butacas, que el público circula y actúa –móvil en mano– como masa no siempre crítica. Y tranquilos, que no se trata de una de esas marcianadas pensadas para museos –aunque se busque el anclaje en maestros de la performance como Marina Abramović y Ulay–, aquí también hay historia de amor, la de Elena Martín y Max Grosse Majench, protagonistas y expareja, según nos cuentan, que han decidido regalar al público el espectáculo de su ruptura.

Persona-personaje, punto de fuga principal de una espiral de materiales en la que giran sin complejos la retórica nimia de las TED Talks –Sofia Gallarate como charlatana suprema– con la pornografía emocional del reallity disfrazado de concurso televisivo. La música en directo rasga el abanico desde el trap y reggaetón hasta el pop más triunfito. Aún queda sitio para empalagarse de metafísica astral, y para coreografías ritualizadas por una secta 'new age', plegarias a la santísima trinidad de nuestros días: ego, amor y capital.

Someter la dispersión

Entrar o salir. Dejarse llevar por una de las puestas en escena más audaces que veremos esta temporada o marcharse apabullado entre artillería pomposa y algunos cuadros demasiado estirados. La primera, sin duda. Entre otras virtudes se consigue someter la dispersión de ese mundo binario y veloz retratado –tesis, amor-mercancía– y se agradece no sentir tanto ese déjà vu que a menudo aqueja a cierto teatro que se quiere innovador. Se lee un linea propia que se intuía en Like si lloras y que despuntaba en Pool (no water), la unión de VVAA con los Íntims de Lleida. Oxígeno. Que se lo digan a ese público mayoritariamente joven que se ha declarado proscrito de las salas y que no tiene problemas para llenar la Beckett. Hay futuro.