otros escenarios posibles

Solo ante el peligro con un acordeón

Carles Belda amenizó la Fira de l'Oli de Castellví de Rosanes con un recital de sobremesa en el que saltaron las chispas

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Nando Cruz

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"Oeeee, és festa major", canta La Troba Kung-Fú. Estamos en Castellví de Rosanes, a cinco kilómetros del peaje de Martorell, y el equipo de música que hay en el balcón del ayuntamiento ameniza la mañana con canciones de Lax’N Busto, Manel, Txarango… No es fiesta mayor, pero casi: hoy se celebra la Fira de l’Oli. Calle arriba, en el Centre Cultural y Recreatiu, ya están cocinando la fideuà popular que pondrá punto final a la jornada. Cinco mesas interminables acogen a 250 comensales. Los cocineros, Pere Font y Pere Raventós, suben al escenario para recibir los aplausos de sus vecinos. Josep Maria, representante del ayuntamiento y coordinador del encuentro, lleva también las riendas de la rifa. El primer afortunado se llama Pere. "Tots us dieu Pere? Pere és el patró de Castellví?", pregunta el acordeonista Carles Belda, que dentro de unos minutos iniciará su actuación. "No, no, el patró és Sant Miquel", le informa un paisano.

"Quin racó de món!", exclama una y otra vez el de Sabadell. Pero, ¿cómo ha llegado aquí? Paso a paso. Cuando formaba parte del dúo Pomada actuó a menudo en Molins de Rei. Allí trabó amistad con gente de su edad. Uno de ellos se casó con una mujer de Castellví. Meses atrás, le invitaron para actuar en el cumpleaños de ella. En aquella fiesta también estaba Josep Maria. Tras verlo tocar, le propuso amenizar la sobremesa de la Fira de l’Oli. Y aquí está hoy. Carles Belda se mueve por Catalunya como un trovador de antaño. Conoce el país como las teclas de su acordeón diatónico. Un día actúa en el almacén de una floristería de La Seu d'Urgell y otro en una bodega que produce cava artesanal en el mismísimo centro de Cornellà del Llobregat.

"¡Esto es real!", exclama Belda, señalando el salón lleno de comensales y ese escenario en el que solo hay una silla, un micrófono y su acordeón. No ha hecho falta ninguna campaña de márketing para agotar todas las localidades. En su opinión, es precisamente este tejido invisible el que mantiene vivo el país. Él lo transita como músico realizando una media de tres conciertos por semana de los que nadie conoce su existencia excepto la gente del pueblo donde actúa. Unas veces toca en actos festivos y multitudinarios como el de hoy. Otras, en encuentros más íntimos cuyos espectadores acabarán comprándole discos sin necesidad de intermediarios. El oficio del músico ambulante de toda la vida.

Ni un aplauso

La rifa ha terminado y el representante del ayuntamiento anuncia la actuación de Carles. No menciona su apellido ni destaca su bagaje como divulgador de la música tradicional catalana. Nadie aplaude. Carles sube al escenario como quien se enfrenta al pelotón de fusilamiento. Hoy no las tiene todas consigo. Para ganarse al público, hace una broma sobre la cantidad de Peres que hay en Castellví, a pesar de que el patrón sea Sant Miquel. Y para que canten, entona la versión picante de ‘Les nenes maques’ que le enseñó Jaume Arnella.

El ambiente está frío. El público no presta demasiada atención. Los niños corretean delante del escenario y los mayores siguen con sus conversaciones. Belda sabe que su rol es amenizar una reunión y probará de todo para ganarse el interés del público o, como mínimo, el respeto. Ese ‘Rosó’ casi chachachá ha gustado bastante. Un abuelo sube al estrado. Pero no para felicitarlo. Se llama Miquel y quiere corregir “unas incongruencias” de Belda. El patrón del pueblo no es Sant Miquel: es Sant Isidre Llaurador. Belda encaja la colleja e improvisa unos 'garrotins' sobre el santoral que, por fin, hacen reír al personal. Haya paz.

Y haya fiesta. Dos mujeres rompen el hielo y salen a bailar cuando Belda anuncia ‘Amparito Roca’. Al final del pasodoble habrá seis parejas en danza. En una mesa, tres hombres entonan a voz en grito una habanera. La versión de ‘Al vent’ de Raimon que Belda toca a ritmo country-ska anima a tres vecinas a practicar el 'line dancing'. Y entre valses y más pasodobles, otro vecino sube al estrado. Se llama Jaume. Está muy serio. Peligro. Agarra el micrófono y recita un octeto de aires centenarios con el que ratifica que el patrón es Sant Isidre.

Fútbol o boxeo

Dice Belda que asume este tipo de actuaciones como un partido de fútbol en el que varía de estrategia en función del oponente; el público. Pero esto más bien parece un combate de boxeo en el que hoy el acordeonista parte con menos 15 puntos y deberá pelear lo indecible para salvar el KO. Por suerte, en primera fila está Gerard, un ayudante del ayuntamiento, que lo está bailando todo. Hoy ha sido el más currante: ha colaborado en la rifa, ha puesto orden en las mesas y luego ayudará a recoger platos. Hay un hombre en Castellví que lo hace todo.

Una niña sentada en los escalones que conducen al escenario peina a su amiga mientras los mayores ondean las servilletas rojas de papel al son de ‘La bella Lola’. Suena ‘Paquito, el chocolatero’ y unas cuantas mujeres se animan a ejercitar las lumbares adelante y atrás. Cuando Belda entona ‘Que tinguem sort’, hasta los más ajenos al recital susurran los versos de Lluis Llach sin darle importancia, como quien recita algo que no recuerda haber memorizado. Esos versos son cultura popular de la que se te cuela hasta los huesos. “Un poc de sort, i que la vida ens doni un camí ben llarg”, tarareamos todos con sigilo.

¡Ojo! El ubicuo Gerard sube al escenario. Lleva un papel. Es el tratado de paz definitivo: Sant Isidre es el patrón civil y Sant Miquel es el patrón de la parroquia. Por eso, la fiesta mayor es para Sant Isidre, en mayo, y la pequeña es para Sant Miquel, en septiembre. Carles Belda, liberado ya de la presión a que se ha visto sometido con el tema patronal, enlaza varios ases del repertorio catalán: ‘El meu avi’, ‘Baixant de la font del gat’, la ‘Festa major’ de La Trinca...

Un bastón de puño nacarado

No se vayan todavía. Aún hay más. Jaume vuelve al escenario. Con cara seria le suelta otra a Carles, que, con más paciencia que un santo, le da a entender que sí, que es una gran idea. Jaume quiere que Carles baje del escenario y que el público se acerque. Dicho y hecho. Ya solo quedan unas 50 personas, pero rodean al acordeonista y, de repente, el inmenso salón de actos se transforma en una taberna. Belda improvisa varios 'garrotins' más, toca ‘L’estaca’ para que todos canten ‘L’estaca’ y se marca una rumbita para desmelenar al personal mientras tres niñas corretean por el escenario, que ya es suyo y no del músico. Por cierto, alguien se ha dejado un bastón de puño nacarado sobre el altavoz.

Esto era una feria de promoción del aceite local, pero ahora mismito los 'castellvinencs' están coreando cánticos partisanos. El acordeonista toca ‘Bella ciao’ justo hasta que la señora Fina se acerca a comentarle algo y lo agarra del brazo. ¿Agarrar del brazo a un acordeonista? ¡Eso le impedirá tocar! Y una vez más Carles dejará de tocar, escuchará lo que tengan que contarle y maniobrará para satisfacer al público. La paciencia que ha demostrado hoy debería bastar para canonizarlo y declararlo tercer patrón de Castellví. Sant Carles el diatònic.

¡Sobresaliente!

Hora de recoger y despedirse. Belda enfunda su acordeón y se lo cuelga a la espalda como otros se cuelgan la guitarra, la escopeta de caza o la azada. Conforme avanza hacia la salida, los paisanos del lugar le agradecen la visita o le comentan cualquier asunto relacionado (o no) con el concierto. Lleva cuatro horas en Castellví, pero ya lo tratan como a un vecino más. "Quin racó de món", pensará. En la puerta le esperan los dos expertos del santoral. Sant Carles ya se teme lo peor. Jaume pone cara seria, para variar. Miquel tiene algo más que decirle. Por supuesto, se lo va a soltar antes de que se marche. “Per com has interpretat el recital i per com ens has torejat, et poso... ¡un sobresaliente!”. Uf.