entrevista

Arnaud Desplechin: "Todo director ha querido matar a su productor"

El singular realizador francés acaba de estrenar 'Los fantasmas de Ismael'

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Nando Salvà

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Es uno de los autores más originales y excéntricos del cine francés actual. En su última película, 'Los fantasmas de Ismael', vuelve a dar rienda suelta a su gusto por las tramas impredecibles y las filigranas visuales para retratar a un director de cine envuelto en un extraño triángulo amoroso y otras crisis vitales.

Ismael (Matthieu Amalric) es el primer personaje de su filmografía que se dedica a dirigir películas. ¿Cuánto hay de usted en él?

Ismael es el tipo de director que a mí me encantaría ser, porque se permite a sí mismo hacer todo lo que para mí está prohibido. Es un tipo soez, y maleducado, y que se atreve incluso a disparar a su productor con un arma. Admitámoslo, todos los directores hemos querido alguna vez matar a nuestro productor. Así que, en resumen, Ismael es como un pequeño demonio sobre mi hombro izquierdo.

Ismael también bebe como una esponja…

A mí me encanta beber, y cuando ruedo una película tengo que estar absolutamente sobrio. Y me gusta que sea así, pero al final del rodaje me doy dos semanas de homenaje. John Ford solía llenar su bañera con whisky y quedarse dentro de ella durante un mes, hasta vaciarla bebiendo. Yo me emborracho durante dos semanas y después voy a la sala de montaje para ver lo que mi montadora ha estado haciendo con el material rodado. Generalmente me parece terrible, así que tengo que dejar de beber de nuevo para ponerme a trabajar.

Viendo 'Los fantasmas de Ismael' es inevitable no detectar numerosas referencias a otras películas, algunas dirigidas por usted y otras por otros cineastas. ¿Son deliberadas?

Inevitablemente. Mientras escribía el guion hubo un momento en el que comprendí que estaba inspirándome demasiado en Ingmar Bergman, especialmente en películas como 'Persona' o 'La vergüenza', así que para compensar decidí empezar a pensar en Hitchcock; por eso incluí varias referencias a 'Vértigo', que tal vez sea la mejor película que existe. Pero creo que en realidad hay citas a todas las películas responsables de mi educación cinematográfica, como '8 ¿' o 'Broadway Danny Rose'. Todo lo que soy se lo debo a esas y otras ficciones. Las películas son mis verdaderas figuras paternas.

Esta es su undécima película. Y siete de ellas las ha protagonizado Matthieu Amalric. ¿Lo considera como su Álter ego?

No, todos mis personajes, y todos los actores que los interpretan, son mi Álter ego. En todo caso, con Matthieu es especial. Lo nuestro no es solo una relación entre actor y director, porque él también dirige y adoro sus películas. Lo que hacemos juntos es un diálogo, que se prolonga en cada nueva película. Y cada vez es más duro trabajar con él porque cada vez que lo hacemos yo trato de sorprenderlo a él y él de sorprenderme a mí. Es uno de los motivos por los que, al final del rodaje de 'El fantasma de Ismael', me sentí completamente vacío. Y ya no me queda nada para la próxima película. Nunca me había pasado.

¿Le sorprende?

A mí todo lo relacionado con hacer películas me sigue sorprendiendo. De entrada, porque yo no tendría que haberme dedicado a esto. Mis padres no tenían nada que ver con este mundo, y yo no conocía a nadie relacionado con él. Yo a los ocho años soñé que sería director y ahora, tanto tiempo después, sigo tratando de serlo: de poner la cámara en el lugar correcto, de narrar con sofisticación, de conectar con el espectador.