EL LIBRO DE LA SEMANA

Fragmentos de un pasado en ruinas

Yuri Herrera rescata sin ficción el atroz silencio oficial tras el cierre de la mina mexicana El Bordo que condenó a muerte a 87 hombres

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Ricardo Baixeras

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Pocas horas después de que se declarara un incendio en la mina El Bordo, en el estado mexicano de Hidalgo, las autoridades pertinentes decidieron cerrar el tiro de esa mina y condenar al olvido una historia que Yuri Herrera (Actopan, México, 1970) ha rescatado de las profundidades de la memoria. En el interior de esa mina había una cantidad ingente de mineros, muchos de los cuales lograron salir indemnes de lo que días después se iba a convertir en una tragedia sin paliativos, pero sobre la que se inocularon toneladas de vergonzante silencio. El cierre hermético de ese tiro había condenado a muerte a 87 mineros. La extrañeza y la rabia vinieron cuando se abrió el tiro seis días después y aparecieron del infierno siete mineros que habían sobrevivido al apocalipsis. 

En este libro Herrera sigue el rastro de la historia a través del “expediente judicial Pachuca 1920-66, algunas notas periodísticas y una placa metálica que habla de otra cosa. El expediente y las notas no son meros informes de los hechos, sino 'fragmentos' de los hechos, son parte de la tragedia y de la manera en que se custodió su versión oficial. En estos textos aparecen hombres favoritos que no corrieron riesgo de ser rasgados ni con el roce de una pregunta, y hombres y mujeres que desde siempre estuvieron condenados”. En el texto de Herrera el peso de la ficción es nulo. Lo que se pretende es dar cuenta de un silencio oficial atroz que “no es la ausencia de historia, es una historia oculta bajo un a forma que es necesario descifrar”, un silencio, en definitiva, político, administrativo, médico y jurídico que condenó a muerte a 87 hombres y que silenció a la comunidad pachuqueña. 

Breve pero contundente libro

En este breve, pero contundente libro el lector es golpeado por la fuerza de una narración periodística que no juega a inmiscuirse en los hechos históricos. Una ficción sin ficción. Lo que se cuenta sucedió pero es la cifra de contradicciones y omisiones flagrantes. Para contarlo todo Herrera acude también a las fuentes orales, a saber, el testimonio de  unos hombres que estando dentro de la mina fueron llevados fuera de la historia. Herrera lleva a buen puerto entonces lo quería Walter Benjamin en sus tesis 'Sobre el concepto de la historia', aquello de que “mientras haya un mendigo, habrá mito.” 

El lenguaje judicial, léase oficial, que atraviesa todo el texto pretende hacer emerger “el momento de la anagnórisis, en que un personaje reconoce a otro, enuncia su historia y sus intenciones y declara que ve todo”. Porque de lo que se trata es del reconocimiento de unas vidas condenadas al silencio de la historia. La exigencia que Herrera ha querido plasmar, si cabe, es arriesgada y no tiene vuelta atrás: hacer memoria pública de las vidas de unos hombres y mujeres como si regresaran de un pasado ausente, el de unos hombres vencidos por el peso insoportable de una historia oficial apabullante que los condenó inexorablemente a la indolencia y al abandono.