Cómo tener una discográfica independiente y sobrevivir en el intento

La Castanya ha cumplido diez años gracias a la multitarea de sus responsables y el aprendizaje de lo digital

Joan Guàrdia, cofundador del sello independiente La Castanya.

Joan Guàrdia, cofundador del sello independiente La Castanya. / periodico

Juan Manuel Freire

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Hace diez años, los hermanos Joan y Albert Guàrdia se pusieron serios y decidieron oficializar aquello que desde hace un tiempo hacían por pasión: viajar con grupos, ayudarles a encontrar conciertos… El plan incluía, además, publicar discos, algo que había sido tema de conversación durante madrugadas beodas. De aquellas noches viene el nombre de su sello, La Castanya.

"Cuando di con un logo, algo con un fruto dentro, pero que nadie tiene por qué saber que es una castaña, dije, bueno, lo dejo pasar, pero debe ser uno de los peores nombres de la historia”, explica Joan muy sobrio, solo animado por un café. Si dio con el logo es porque, en principio, lo suyo iba a ser el diseño gráfico. Sigue ocupándose de ello a menudo en La Castanya, pero también de muchas otras cosas.

Según datos de la Unión Fonográfica Independiente, una 'indie' suele emplear a una media de cinco personas. Los Guàrdia han fichado a una tercera persona, Elena Nieto (del grupo Yawners), que trabaja con Albert en Madrid, solo poco antes de su décimo aniversario.

Y eso cuando desde hace tiempo una discográfica no puede ser solo eso, una discográfica, sino funcionar también como agencia de contratación y management. Como poco. "Con los primeros grupos a los que lanzamos desde cero, como Furguson y Me And The Bees, el acuerdo fue desde el principio: 'vamos a montar los conciertos y sacar vuestros discos'. Hace tres años, cuando fichamos a The Zephyr Bones, me convertí en su mánager. Es mucho más trabajo, son grandes palabras, pero el día a día es excitante".

The Zephyr Bones, buscadores de la canción pop lánguida perfecta, son los 'rookies' de oro de la escudería. Su tema 'Black lips' se coló en el Top 50 Internacional de Spotify después de colarse en algunas 'playlists' oficiales de la plataforma. "Fue la semana que murió Prince", recuerda Joan. "Prince tenía no sé cuántas canciones en ese top, y luego estaban los Zephyr. ¡En un día tuvimos 150.000 escuchas!". 

La dictadura de las 'playlists'

Colarse en esas listas de reproducción tan influyentes no es tan sencillo. "Es difícil entrar porque no sabes quiénes son los comisarios", dice Joan. "Nosotros trabajamos estrechamente con [la distribuidora digital] The Orchard, una compañía americana con sede en Madrid y Barcelona. Ellos son quienes envían la música a las plataformas y tiendas de música digitales. Les das pequeños 'inputs' y cruzas los dedos para que algo funcione al nivel más global posible".

El idioma no tiene por qué ser un problema: según explica Marçal Lladó, uno de los responsables del sello Bankrobber, la canción 'Som transparents' de El Petit de Cal Eril lleva un millón de escuchas en un año, y ha aparecido en el Top 50 viral de… ¡Colombia! "Por otro lado, cabe lamentar que Spotify haya eliminado la lista oficial 'Cataland', única que incluía sólo música en nuestra lengua, un importante canal de difusión para nuestras novedades", comenta Lladó.

Vender discos como acto de resistencia

De lo que ya se han tenido que olvidar las discográficas, pequeñas o no, es del disco como fuente de ingreso: ahora es solo una tarjeta de presentación y un objeto más de merchandising de un grupo que, después, vivirá de muchas cosas. Según Carlos Galán, director de la veterana marca Subterfuge, los ingresos vienen ahora mismo por "mil vías: venta de discos, conciertos, derechos fonográficos, derechos editoriales, conciertos, sincronizaciones publicitarias, explotación digital o licencias a terceros".

Y sin embargo, hay sellos empeñados en vender discos, suyos y de otros: el sello El Genio Equivocado ha abierto tienda en Barcelona. "Lo consideramos –dice el cofundador Joan Casulleras– como un paso natural de nuestro quehacer durante estos años, en los que nos hemos ido metiendo en diferentes berenjenales con toda la ilusión". Que es la única gasolina necesaria. "Mi hermano y yo hacemos otras cosas para tirar esto adelante, aún ahora", dice Joan Guàrdia. "Pero hay alegría. Si hay alegría ya está bien".

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