CRÓNICA

'Requiem pour L,': monumento al mestizaje en clave fúnebre

Una ovación compungida despide la última obra de Platel en Temporada Alta, una pieza mestiza sobre otras formas de sentir la pérdida

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Manuel Pérez i Muñoz

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Durante casi dos horas 'Requiem pour L.' nos obliga a mirar a la cara de la muerte. No, no se trata de un sentido metafórico sino literal como se ha visto este viernes y sábado en el Teatre Municipal de Girona, en el festival Temporada Alta. Preside el escenario una enorme proyección en blanco y negro de Lucie, la persona a quien se dedica el espectáculo, defensora de la eutanasia que decidió poner fin a su vida al padecer una enfermedad incurable. Filmó en primer plano sus últimos momentos y los puso a disposición de Alain Platel. Ralentizado hasta la fantasmagoría, en el vídeo vemos como L. se humedece los labios, como sonríe a familiares que la acompañan y acarician, como su mirada se va perdiendo hasta el rictus de su traspaso. Imposible no reaccionar. Se busca que cada espectador -si se accede a este juego macabro- deposite  simbólicamente sus fallecidos para esta misa mestiza en la que se mezclan tantas cosas que por momentos parece que la cabeza nos va a estallar.

La coreografía, minimalista, se aferra a nuevos matices de esa 'danza bastarda', etiqueta autoimpuesta que acompaña a Platel 

Y es que con Platel siempre nos embarcamos en esa sensación en la que parece que todo es posible, que las convenciones y lo códigos van explotando unos detrás de otros. En esta ocasión volvemos a la fórmula que ya nos presentó junto al compositor Fabrizio Cassol a 'Coup Fatal'Fabrizio Cassol, una banda de músicos africanos y europeos enfrentados al repertorio clásico occidental. Si antes fue el barroco ahora es el turno de la última composición de Mozart, el inacabado 'Réquiem', que aquí se nos muestra hibridado o puede que profanado -depende del puritanismo de cada oído-  con influencias africanas diversas que pasan por el jazz, la polifonía congolesa o la música pigmea. Catorce intérpretes se mueven por el escenario: cantantes, bailarines, músicos. Algunos juegan también un papel simbólico como el acordeón y el bombardino que conectan, respectivamente, a nivel físico con la respiración y a nivel simbólico con el espíritu. Jugando a formar tríos en la relaciones de escena, destaca la presencia de tenor, soprano i contratenor (a los dos primeros los recordamos del 'Macbeth' negro de Brett Bailey donde Cassol también se encargaba de la parte musical). Sus voces sostienen la conexión más directa con la partitura original mientras que el resto de la formación desde el tropicalismo la estira hacia el sur, resucitando otra manera de entender cada movimiento y por extensión transformando la idea mozartiana de muerte que hay en la obra, sagrado templo sonoro de la cultura europea. 

Ritual bastardo

Ritual bastardoLa coreografía es minimalista pero existe. Importan más los gestos, los desplazamientos y cómo los intérpretes buscan con la mirada ese apoyo colectivo que sostiene el ritual. Vemos como se aferra a nuevos matices esa etiqueta autoimpuesta que acompaña a Platel, la “danza bastarda” con la que ha construido monumentos como 'VSPRS' (2006) y ''Pitié!' (2008) que tan sana influencia han tenido por toda Europa. Si excluimos algún recurso obvio -sacar pañuelos en el movimiento 'Lacrimosa'-, la formula ha llegado una vez más al límite, en este caso al de la muerte en su papel de tabú occidental. Ovación compungida al final, alegría fúnebre que nos recuerda que hay otras formas de sentir la pérdida, que hay esperanza en el mestizaje. Afortunados nosotros los que quedamos para vibrar con este canto a la vida.