EXPOSICIÓN

Los "anarquistas del arte" de Montmartre toman Montjuïc

CaixaForum recorre la revolución artística que se gestó en París a finales del XIX de la mano de Toulouse-Lautrec y sus coetáneos

zentauroepp45499911 icult181017171657

zentauroepp45499911 icult181017171657 / periodico

Natàlia Farré

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En Montmartre empezó todo. Y todo significa el arte moderno y también el contemporáneo. Lo primero no ofrece dudas. Aunque los impresionistas y la escuela de Barbizon, Courbet y Manet incluidos, ya habían hecho los primeros pasos para romper con el academicismo, está claro que fueron los artistas de las últimas décadas del XIX los que lo revolucionaron todo, artísticamente hablando. De hecho, a Toulouse-Lautrec y sus amigos el 'establishment' artístico francés les llamaba "anarquistas del arte", y ellos no tenían ningún reparo en referirse a sí mismos con la expresión "fuera de la ley". Lo que quizá no parece tan evidente es su relación con el arte contemporáneo. Pero ahí está. Si Marchel Duchamp en 1919 parodió a la 'Gioconda' poniéndole un bigote, 30 años antes Eugène Bataille había hecho lo propio con la obra maestra de Leonardo. Aunque en lugar de pintarle un bigote le puso una pipa en la boca.

Bataille era uno de los 'Incoherentes', que es como se autollamaban los creadores (el fenómeno iba más allá de lo artístico) que se establecieron en Montmartre e hicieron de esta zona de París un centro cultural y creativo de arte radical a finales del XIX. Fue ese sitio y no otro porque era barato, y mucho ayudó también a ello la apertura del cabaret Le Chat Noir en 1881 por Rodolphe Salis, artista frustrado. Salis lo tuvo claro: "¿Qué es Montmartre? ¡Nada! ¿Qué debe ser todo? Todo". Y así fue. De zona miserable pasó a foco bohemio del mundo creativo. Salis invitó a sus colegas a reunirse en el cabaret y el cabaret pasó a ser centro de la revolución contra el poder (y el arte) establecido. Las exposiciones dejaron de hacerse en los lugares oficiales. ¿Qué mejor sitio que Le Chat Noir para mostrar el nuevo arte? Libertad frente a convención. La belleza del momento frente a la intemporalidad de la academia. La bohemia frente a la vida burguesa.

Teatro de sombras chinas

De todo esto, y de cómo el humor, la parodia y el arte efímero de los carteles y las ilustraciones se apoderaron de la creación en ese momento habla, en CaixaForum, 'Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre'. Un título que coge al artista de Albí como reclamo, cosa que su comisario, Phillip Dennis Cate, no esconde: "Toulouse-Lautrec es inherente al espíritu de Montmartre y todo el mundo lo conoce, y una vez aquí descubres obras y artistas que nunca antes habías visto". Cierto, además del pintor de la vida nocturna de ese París bohemio, la exposición, hasta el 20 de enero, muestra piezas de Louis Anquetin, Pierre Bonnard, Georges Bottini, Maxime Dethomas, Hermann-Paul, Henri-Gabriel Ibels, Charles Léandre, Louis Legrand, Charles Maurin, Henri Rivière, Théophile Alexandre Steinlen, Louis Valtat y Adolphe Willette.    

Todo con una museografía que recuerda al París de finales del XIX y que empieza con  una declaración de principios: una reproducción de la muy alegórica y academicista tela 'El bosque sagrado' de Puvis de Chavannes frente a otra tela homónima de Toulouse-Lautrec que es una parodia de la primera. A partir de aquí 345 obras de la aventura creativa que supuso romper totalmente con lo establecido y que tiene parada obligada en la sala dedicada al teatro de sombras chinas, el cine antes del cine.