CRÍTICA DE CINE

'Cold war': un milagro en blanco y negro

Quim Casas

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Desde que volvió a su Polonia natal tras una larga etapa en el cine británico, Pawel Pawlikowski se ha convertido en el mejor director de esta cinematografía. Y lo ha conseguido solo con dos películas, 'Id'a y la que hoy se estrena, 'Cold war', ambas rodadas en blanco y negro y en formato 4.3 (cuadrado, dejando mucho aire por encima de las cabezas de los personajes), que es una forma magnífica de restaurar y homenajear al mismo tiempo a bastantes películas polacas de los años 60 (época en la que transcurren los dos filmes de Pawlikowski) realizadas con el mismo tipo de encuadre y luminosidad fotográfica, entre ellas 'Madre Juana de los Ángeles', de Jerzy Kawalerowicz.

 'Cold war' es una historia de amor trágica que se desarrolla en lo más duro de la guerra fría, como indica su título, entre Polonia, Berlín y París. La guerra fría es un concepto ya que evoca en este caso tanto el trasfondo político como la particular relación entre una joven bailarina y cantante y su descubridor, un musicólogo y pianista que deserta de la Polonia comunista y se reencuentra periódicamente con su amante.

 La firmada por Pawlikowski es una película modélica en todos los sentidos, un verdadero regalo, tan clásica como moderna, en unos tiempos en los que proliferan las probaturas no conseguidas. Magnífica en su tratamiento del tiempo y las elipsis, en su vertebración de lo político y lo íntimo, en la configuración de los dos personajes principales, el vaivén en que se convierte su historia de amor, el retrato de una época en sitios tan distintos como la represiva Polonia y la jazzística París y, especialmente, en su milagroso trabajo de iluminación en blanco y negro. Se trata de blanco sobre negro y negro sobre blanco, casi sin gama de grises, de una textura bellísima y una profundidad de campo que deja sin respiración.