ENTREVISTA

Katia Guerreiro: "Mi fado no es una fiesta, es intimidad"

La cantante portuguesa presenta su nuevo disco, 'Sempre', este sábado en la sala Barts, dentro de la segunda edición del Festival del Fado

La cantante portuguesa Katia Guerreiro

La cantante portuguesa Katia Guerreiro

Jordi Bianciotto

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El Festival del Fado ofrece este fin de semana su segunda edición en Barcelona con un programa que combina exposiciones, conferencias, proyecciones y actuaciones como la de Katia Guerreiro (este sábado en Barts, 20.30 horas). Hablamos con esta voz destacada del género, que acaba de publicar su séptimo disco de estudio, ‘Sempre’.

Es una portuguesa de ultramar.

Mi madre salió embarazada de mí de Angola, cuando los portugueses dejaron el país, en 1975, y nací en Sudáfrica, donde viví mis primeros once meses. Y de ahí a las Azores. Allí crecí, hasta los 18 años, cuando fui a Lisboa a estudiar medicina.

¿Estaba presente el fado en su ambiente familiar?

No, en casa se escuchaba más música de Angola, pero cuando de pequeña oía por la radio o en la tele una guitarra portuguesa y una voz de fado me quedaba enganchada. No comprendía su significado, pero aquella sonoridad, aquella intensidad, me emocionaban. Sobre todo cuando cantaba Amália Rodrigues. Ya en Lisboa, entré en un grupo de rock, Os Charruas, formado en los años 60, con los que grabé un disco, pero al mismo tiempo comencé a visitar casas de fado y a cantar allí solo por placer.

Usted iba para cardióloga.

Sí, pero una noche me invitaron a La Taverna do Embuçado. Llegué y estaba llena de gente importante: los guitarristas de Amália Rodrigues, grandes cantantes de fado… Pensé: “mejor no canto”. Pero insistieron. Cerré los ojos y canté tres fados. Al terminar, un señor me cogió del brazo: João Mário Veiga, que sigue siendo músico de mi grupo. Le dije que pensaba dedicarme a la medicina y me respondió: “no, no, esto no puede ser, tu voz es especial, tienes que seguir cantando”. Más tarde me invitaron a cantar en un homenaje a Amália y mi vida dio un giro. En dos o tres meses tenía un disco grabado y comenzaron a invitarme a cantar a Francia, a España, a Japón…

¿Qué le atrajo del fado?

Es difícil de explicar. Es la “estranha forma de vida” que cantaba Amália. Hay algo mágico ahí, cuando ves cómo la gente que no entiende el portugués se emociona tan profundamente con el fado. Representa una apertura del alma, del corazón. No hay otro género musical capaz de cantar a la vida como lo hace el fado. Y cuando se hace de verdad, es tan físico, tan visceral, que llega a ser terapéutico.

¿Por qué cree que gustó su manera de cantar?

Supongo que por su autenticidad, porque como yo no conocía bien el fado lo cantaba de una forma muy pura, sin vicios adquiridos, sin influencias… Porque cantaba para mí, de un modo espontáneo.

Le dirán que el fado es de naturaleza triste.

No, no, no, tiene mucha tristeza, pero la tristeza es un elemento fundamental para que la vida sea más bella. La tristeza nos hace sentir las cosas de otra forma. Tiene que haber un contraste para valorar la alegría y la felicidad. Los malos momentos nos hacen crecer, tener más coraje, valorar y ayudar al otro.

Todos los géneros musicales tienen sus mitos, pero en el fado parece que solo haya uno, Amália Rodrigues. ¿Una figura insuperable?

No creo que lo sea, pero sí que ella fue la primera y única diva verdadera del fado. Dedicó toda su vida a esa forma de arte. Fue la primera en proyectarlo al mundo, y su voz era tan profunda como su alma. Era una mujer muy triste que sobrevivía intentando ser alegre, con una fuerza interior que utilizaba de un modo muy inteligente, usando su voz con todo el misterio que albergaba su vida.

¿Sigue interpretando canciones suyas?

Sí, claro, como ‘Amor de mel, amor de fel’, con texto suyo y que ella no llegó a cantar en directo. Es uno de los fados que canté en aquel homenaje del año 2000. Para mí es obligatorio cantarlo siempre.

¿Por qué el fado se proyecta sobre todo a través de voces femeninas?

La gente reconoce más en las mujeres que en los hombres esa capacidad de expresar sentimientos, y la imagen de Amália ha dejado esa idea. Pero los hombres sienten igualmente, aunque no sepan compartirlo igual. Hay hombres increíbles en el fado, como Helder Moutinho, la única voz masculina que me hace llorar.

Hay cantantes que parten del fado para abrazar una canción popular más amplia, con mestizajes, influencias del jazz o del pop… No es su caso. ¿Es una ortodoxa?

¡Tal vez! (ríe) Canto con una formación tradicional de fado, sí. Eso tiene que ver conmigo. Me identifico más con la intimidad que con la diversión. Y esa intimidad tiene que ser contenida.

Y no admite novedades.

No, pero me gusta escuchar a cantantes que hacen cosas diferentes, como Mariza o Ana Moura. Me transmiten ligereza, pero la vida no es tan ligera. Yo canto cosas divertidas también, pero no necesariamente con baterías o con un cajón, un instrumento que no tiene nada que ver con el fado.

Acaba de publicar un disco, ‘Sempre’.

Con una de las personas más importantes de la música portuguesa, José Mário Branco. La gente creía que era un encuentro imposible, nos ven como figuras muy distanciadas. Yo misma imaginaba que sería difícil, que él estaba solo con Camané, su artista fetiche. Pero me atreví a llamarle después de trabajar juntos en una película sobre el fado (‘Alfama en sí’).

¿Qué quería que le aportara?

El camino de la simplicidad. Y mantener el foco en la tradición. Porque en la actualidad es fácil borrar las huellas. Nos pusimos a buscar poemas, melodías tradicionales del fado, y también piezas originales.

Usted también compone.

Un poco, sí, pero cosas ocasionales. No me considero compositora.

Se diría que, en lugar de expandir el fado, prefiere concentrarse en su núcleo.

Sí, sí, sí… Solo quiero hacerlo muy bien. Esa es mi visión.

¿Compatible con el mercado?

Lo que hago no es para grandes multitudes. La emoción, la verdad, el amor…, no se masifican. Esto mío no es pop. Quiero ser la pieza que conserva ese punto especial del fado. Mi fado no es una fiesta, ni color, ni artificio. Es intimidad, es interioridad.

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