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Descubriendo a Saul Leiter, un fotógrafo pionero en el uso del color

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Eduardo de Vicente

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Escondido entre las sombras, entre los visillos o agazapado en un coche con una mirada pausada para captar escenas de la vida cotidiana, buscando ese momento mágico que convierte la imagen en arte. Esta era la ocupación del fotógrafo Saul Leiter (Pittsburgh 1923-2013), uno de los pioneros en utilizar el color que también se dedicó a la pintura y a la fotografía de moda. Un autor que desarrollaba gran parte de su trabajo en diapositivas, con una visión cinematográfica, con la intención de que luego fueran proyectadas.

Su obra ahora puede contemplarse en Foto Colectania (hasta el 21 de octubre) en una exposición titulada In search of beauty (En busca de la belleza) que recoge 130 imágenes, desde su etapa inicial en los años 40 hasta su progresivo paso al color ya en los 50 y las siguientes décadas. La muestra está dividida en nueve espacios de la sala que pueden seguirse gracias a un plano que te ofrecen al entrar y que permite observar al detalle todas sus facetas.

Retratos secretos neoyorquinos

Los protagonistas de sus primeras instantáneas suelen ser gente humilde que pasea por Nueva York como unos transeúntes con un paraguas rojo visto desde un coche o provistos de sombrero y bufanda, la de un taxi o en pleno trabajo como un pintor de carteles o un limpiazapatos. Pero también hay imágenes del paisaje tras una nevada, la de un hombre difuminado tras un cristal empañado por las gotas de agua y la más sorprendente de todas, una de París (1959) que parece talmente como si fuera una pintura.

Leiter trabajó a finales de los 50 y principios de los 60 para revistas de moda como Esquire Harper’s Bazaar, estas todas en color, donde jugaba con los reflejos y posaban para él modelos con vestidos que parecían extraídos de las películas de Audrey Hepburn. Pero también hizo colecciones de desnudos femeninos en blanco y negro en los 50 de mujeres con rostros llamativos en actitud despreocupada fumando un cigarrillo o en posturas desenfadadas y en las que se intuye más de lo que se ve. Otras obras sorprendentes son un semáforo con la luz en verde que, pese a todo parece no tener color, las instantáneas de Harlem o de Times Square, un parabrisas roto tras un accidente o un beso, nada mejor que un beso.

Los recuerdos y los instrumentos del artista

En la habitación suplementaria pueden verse recuerdos del autor, fotos de cuando era un niño, su apartamento neoyorquino, un armario repleto de libros sobre sus obras, sus diapositivas y cámaras. Resulta especialmente interesante visitar una pequeña salita anexa donde se proyecta un documental de 7 minutos en inglés sin subtítulos pero que permite contemplar su trabajo en una pantalla donde resaltan mejor sus detalles, la manera ideal de verlo ya que siempre lo componía con esta finalidad.

Un autor con una visión muy personal, con una paleta propia, que logró un tratamiento de colores insólito hasta aquel momento y cuyo piso y estudio es la sede de la fundación a su nombre donde aún hoy siguen hallándose obras inéditas de un gran valor que permiten añadir nuevos matices a la obra de un artista de la cámara que todavía sigue sorprendiendo. Una perspectiva única e inimitable de la gente que vivía en la gran manzana hace medio siglo a través de un objetivo privilegiado.