EL ANFITEATRO

Gracia e ingenio en un raro embrollo de Haydn

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Rosa Massagué

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La figura de Orlando ha dado mucho de sí en la historia de la ópera a partir del poema épico de Ariosto ‘Orlando Furioso’. Joseph Haydn fue uno de los compositores que encontraron en las andanzas del caballero medieval material para una ópera, ‘Orlando Paladino’, que se convertiría en su día en la más representada de su no muy extenso catálogo teatral y hoy es una auténtica rareza. La programación siempre muy sugestiva de la muniquesa Ópera de Baviera ha ofrecido esta ópera dentro de su festival de verano en su segunda sede, el Prinzeregententheater, una sala como la de Bayreuth, pero en pequeño, muy apta por sus dimensiones para este tipo de obras.

Haydn, el gran compositor del clasicismo, retornó a formas más próximas al barroco cuando se trató de componer óperas para la familia de los Esterházy. Entonces adoptó un estilo mucho más ligero. Al igual que toda la ópera barroca, ésta plantea la cuestión de su puesta en escena teniendo en cuenta la inconsistencia de los libretos con situaciones que aun siendo dramáticas acaban resultando cómicas.

Haydn ya se preocupó de definir su obra como un ‘dramma eroicomico per musica’. Axel Ranisch es un joven director de cine y ha creado una puesta en escena que mezcla con mucha gracia e ingenio el género teatral, el operístico y el cinematográfico. Ivor Bolton al frente de la Orquesta de Cámara de Múnich era la otra pata que contribuía a que este ‘Orlando’ resultara un espectáculo redondo y sumamente divertido.

‘Che imbroglio è questo mai¡’ exclama Pasquale, el sirviente de Orlando, en un momento de confusión. El embrollo había empezado nada más alzarse el telón. La representación de este ‘Orlando Paladino’ empieza en un cine en el que se va a proyectar la película muda ‘Angelica e Medoro’ (dos personajes de la ópera) con unos actores y cantantes que durante la obertura, hacen de taquillera, proyeccionista, chica de la limpieza y acomodador, quienes además de preparar la proyección, la sala y el bar con las palomitas de rigor, se recrean en varios entretenimientos sexuales, en solitario o en compañía, filmados con mucha gracia.

La trama original de este ‘Orlando’, como la de todas las óperas que tienen por protagonista a este personaje, es complicada. Hay persecuciones, engaños, amores no correspondidos, la magia arregla-lo-todo, y demás elementos del amplio muestrario de recursos teatrales. En esta producción cine y teatro se mezclan de forma muy habilidosa traspasando los límites físicos de uno y otro género, en un homenaje al cine mudo, a las salas anteriores a los multicines, y también al Woody Allen de ‘La rosa purpúrea del Cairo’.

El reparto lo formaban voces jóvenes con un buen futuro por delante. Quienes vieran ‘Rómeo et Juliette’ hace pocos meses en el Liceu recordarán vivamente el corto papel de la mesosoprano Tara Erraught porqué sus intervenciones fueron de lo mejor de la representación pese a su brevedad. En Múnich es una Alcina que despliega teatralmente sus artes mágicas y vocalmente confirma la impresión que causó en Barcelona. Otra figura que ha pasado por el Liceu en un breve papel aunque algo más extenso en ’Werther’, es la soprano Elena Sancho Pereg que en este ‘Orlando’ da vida a la pastora Eurilla.

La soprano rumana Adela Zaharia, ganadora el pasado año del primer premio Operalia, es una Angelica protagonista de muy buena voz, capaz de ser actoralmente la actriz de una película muda con la exageración de movimientos típica del género, a la protagonista sobre el escenario real de la historia de amor.

David Portillo, como Pasquale demostró tener gran capacidad cómica además de la vocal en un papel que obliga a notas muy agudas, mientras que Mathias Vidal como el paladín Orlando fue el antihéroe enfurecido que el papel requería. Completaban el reparto Edwin Crossley-Mercer (Rodomonte), Dovlet Nurgeldiyev (Medoro), Guy de Mey (Licone) y François Lis (Caronte), además de los actores Gabi Herz y Heiko Pinkowski. La representación en los dos mundos, el supuestamente real y el cinematográfico, tiene mucha coreografía firmada por la donostiarra Magdalena Padrosa Celada, estrechamente vinculada a la Ópera de Baviera, interpretada por bailarines del ballet de dicha institución.

De Bolton, director musical del Teatro Real, es bien conocida su modélica interpretación de partituras barrocas y sobre todo mozartianas. Aquí no defraudó con la batuta al frente de una bien engrasada Orquesta de Cámara de Múnich o tocando el clavecín cuando correspondía. Todo el complicado engranaje escénico y musical funcionó a la perfección. Hubo buenas ideas, buenas voces, buenos actores, una buena partitura. Y hubo diversión para todos, en el escenario, en la pantalla, en el foso y, sobre todo, en la sala. ¿Qué más se puede pedir?

Ópera vista el 24 de julio.

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