CRÓNICA
Anastacia, la superviviente
La cantante lució su perfil de mujer fuerte en la presentación de su último disco, 'Evolution', en el festival Arts d'Estiu, de Pineda de Mar
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Aunque ella misma reconozca ser más popular por haber sufrido cáncer (dos veces) que por su música, Anastasia es una señora cantante que lleva tiempo tratando de ingeniárselas para seguir brillando en la arena del pop de consumo masivo. El ‘mainstream’ es una selva, pero su personaje de mujer fuerte y su cancionero orientado a levantar la moral de la tropa siguen despertando pasiones, como pudimos comprobar este martes en Pineda de Mar, donde ofreció su único concierto de este año en España en el marco del festival Arts d’Estiu.
Fue una Anastacia un poco menos habladora que otras veces, que ante una audiencia de perfiles familiares rebajó su discurso de predicadora de la autoayuda para mostrarse como cantante y ‘entertainer’ todoterreno a lomos de un cancionero invasivo y bastardo, apuntalado en su autodenominado ‘sprock’ (mezcla de soul, pop y rock) y con terminaciones exóticas: del rock un tanto épico de su éxito ‘Left outside alone’, que abrió la noche al galope, a la cadencia tropical con injertos de cuerdas orientales de la segunda canción, ‘Caught in the middle’. Una pieza esta de su último disco, ‘Evolution’, cuyo título no acaba de hacer justicia a su contenido.
Perfiles de madurez
Por encima de las canciones, su figura de superviviente integral, tanto en términos vitales como en clave de industria musical: Anastacia, que triunfó pasados los 30 y está a punto de cumplir 50, nunca se ha ajustado al cliché de la mujer que desea parecer adolescente y su misma voz representa lo contrario del aniñamiento tan común en el pop. Hay a veces más singularidad en ella misma que en su música, aunque ‘hits’ como ‘Sick and tired’ (otra mención a su disco más afortunado, ‘Anastacia’, del 2004) o la sensual ‘I can feel you’, envueltas en las discutibles coreografías de sus dos bailarinas, suministraron puntos de anclaje al concierto. Al dirigirse al público, Anastacia no fue más allá de los recursos tipo “me siento agradecida de estar aquí”, ‘este lugar está lleno de amor” y “sois maravillosos”.
Como si con sus éxitos no tuviera suficiente, se desvió hacia un ‘medley’ ‘funky’ un poco verbenero a través de ‘Kiss’, de Prince, y tiró de un par de versiones (‘Use somebody’, de Kings of Leon, y ‘Sweet child o’ mine’, de Guns n’Roses) de su disco de ‘covers’ de canciones con autores masculinos, ‘It’s a man’s world’. Material decididamente rockero, en el que lució vozarrón aunque desdibujó su identidad sonora, mejor defendida por la bailable, eufórica y canónica ‘One day in your life’.
Del último disco llegó a cantar siete piezas, y ahí cabría citar el medio tiempo emocional ‘Before’ y el oscuro y épico ‘Boxes’, donde nos coló una de sus metáforas autobiográficas motivadoras: “La belleza reposa en cada cicatriz”. El bis lo coronó a toda máquina su primer éxito, ‘I’m outta love’, vestigio de aquellos tiempos en que sus canciones pop eran tan solo eso, artefactos recreativos a los que la vida todavía no les había pasado por encima.
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