EL ANFITEATRO

El Mediterráneo baña el Festival de Aix-en-Provence

'Dido and Aeneas', de Purcell, y una ópera contemporánea sobre el mito griego de Orfeo y el persa de Majnun reflejan la multiculturalidad

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Rosa Massagué

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‘Dido and Aeneas’, de Henry Purcell, la que se considera única ópera de aquel músico extraordinario, compuesta hacia finales del siglo XVII, ha tenido una nueva producción en el Festival de Aix-en-Provence, en el teatro al aire libre del Archevêché, en la que han destacado la orquesta, pero sobre todo el coro del Ensemble Pygmalion. El reparto de los solistas presentaba problemas, mientras la puesta en escena ponía por delante la humillación de las mujeres chipriotas antes que la historia de amor entre la tiria y el troyano.

Como la obra es breve, normalmente se adereza con un prólogo, en este caso escrito por Maylis de Kerangal en el que cuenta los orígenes de la que sería la fundadora y reina de Cartago. La protagonista, víctima de una larga serie de humillaciones y abusos, acaba siendo una déspota obligando, a las mujeres de Chipre cuando se detiene en aquella isla, a viajar a la colonia que se dispone a fundar para entregarlas a los hombres y asegurar la descendencia. Este es el punto de vista adoptado por Vincent Huguet para su puesta en escena, un punto de vista que además del abuso sobre las mujeres presenta otro nexo con la actualidad. El prólogo empieza con estas palabras: “Vengo de Fenicia, al otro lado del mar, de una ciudad que solo ha conocido la violencia, las guerras”.

La cantante y autora de Mali, Rokia Traoré, recita el prólogo representando a una mujer chipriota y lo declina con voz pausada, extenuada, como el lamento que es en realidad  aunque resulta cansino por demasiado largo. La ópera transcurre encima y delante de un muro que permite adivinar el mar al otro lado aunque nunca se ve. Es un muro que simboliza la opresión y el dominio, pero no contribuye a explicar la historia de amor de Dido y de Eneas, un amor contrariado por las brujas que le obligan a abandonar Cartago y a la reina.

Llegados a este punto, siempre se espera el lamento de la protagonista antes de morir por su amargo final, el célebre ‘Remember me’. La soprano Kelegobile Pearl Besong defraudó con problemas de afinación. A la mañana siguiente una nota del festival anunciaba su sustitución “por motivos de salud”. Acordarse, como hacía una anciana vecina de asiento, de la Dido de Teresa Berganza en 1960 era señalar un abismo. Tobias Lee Greenhalgh resultó un Eneas anodino como el resto del reparto con la excepción de Lucile Richardot que destacó en el doble papel de bruja y de espíritu.

El coro y la orquesta Pigmalion, grupo residente de la ópera de Burdeos, tiene apenas 12 años de vida, pero ha logrado una gran calidad musical en la interpretación de música antigua con instrumentos de época. La orquesta demostró su valía, pero sobre todo, el coro que hizo una gran interpretación, especialmente cuando se dividía dentro y fuera del escenario con un bellísimo efecto de eco.

Un estreno pétreo

El festival de Aix tiene a bien encargar cada año una obra de nueva creación. La de este año, ‘Seven stones’ (‘Siete piedras’), compuesta por el joven checo Ondrej Adámek, llega con dos años de retraso al pequeño teatro del Jeu de Paume. Es una de estas obras que suscita la pregunta de si es ópera o estaría mejor en un festival como el Sónar como señalaba una espectadora barcelonesa. Se trata de una obra ‘a cappella’ para cuatro solistas y doce coristas en la que no hay músicos. Son los cantantes quienes  tocan unos instrumentos ideados por el propio compositor aunque en un momento dado todos desfilan por la sala tocando el kazoo, más conocido popularmente como mirlitón.

El libreto del poeta islandés Sjón, que en el pasado ha colaborado con la multifacética Björk, explica la historia de un coleccionista de piedras, dividida en siete parábolas aunque no resulta fácil seguir el hilo de la narración. Un aspecto interesante es el trabajo sobre la voz y su descomposición, mediante repeticiones de sílabas o el escupido de consonantes, pero es algo más propio de un ejercicio de vocalización que de otra cosa. Merece destarcarse el trabajo del barítono Nicolas Simeha dando vida al coleccionista. Desde lejos dirigía el propio autor y desde el escenario lo hacía Léo Warinsky. De la puesta en escena poco hay que decir. El estreno fue recibido con muchos aplausos mientras algunos espectadores nos quedábamos de piedra y perdonen el chiste fácil.

La ópera en la calle

Bernard Foccroulle, el director del festival ha sentido siempre la necesidad de vincularlo al Mediterráneo y cada año ha introducido algún espectáculo que fuera un reflejo  multicultural. Este año lo ha hecho a lo grande, con un espectáculo al aire libre en el célebre Cours Mirabeau, la espina dorsal de la ciudad, ante 3.000 espectadores sentados y un número indeterminado, de pie.

‘Orfeo & Majnun’ es una obra coproducida por varios teatros, entre ellos La Monnaie de Bruselas, ideada por el austriaco nacido en Tel Aviv, Airan Berg, y compuesta por el franco-palestino Moneim Adwan, el holandés Dick Van Der Harst y el británico Howard Moody, con un libreto muy poético de la austriaca Martina Winkel, interpretada en francés, inglés y árabe.

La ópera ensambla el mito griego de Orfeo y Eurídice con el cuento persa de  Majnun y Laila, muy parecidos. En ambos, ellos son poetas, en ambos  los protagonistas viven un amor absoluto. En el caso de Orfeo le llevará a los infiernos para rescatar a Eurídice, en el de Majnun, a la locura.

El ensamblaje funciona y lo que parecía más difícil, funciona musicalmente. La estética oriental de Adwan encaja con la más jazzística de Van der Harst y la más clásica con ribetes barrocos de Moody. Los cuatro protagonistas, Loay Srouji (Majnun), Nai Tamish Barghouti (Layla), Yoann Dubruque (Orfeo), Judith Fa (Eurídice), y la narradora Sachli Gholamalizad ofrecieron un espectáculo de muy buen nivel vocal con el libanés Bassem Akiki al frente del Conjunto Intercultural de la Orquestra de Jóvenes del Mediterráneo creada dentro de la Academia del Festival d’Aix.

La puesta en escena y la escenografía de la propia libretista era muy sencilla dado el escenario más propio de un concierto de rock y la presencia de 150 cantantes de varios coros, pero muy eficaz, jugando con unas bellísimas y grandes marionetas con figuras blancas de animales diseñadas por Roger Titley, unas proyecciones en una gran pantalla, y la coreografía de la española Marta Coronado.

Además de verse ahora en Francia y Bélgica, este proyecto internacional se verá en Malta, Austria, Polonia, Holanda y Portugal. Ahora solo falta que cruce a la otra orilla del Mediterráneo.

'Dido y Aeneas' y 'Seven Stones', vistas el 7 de julio. 'Orfeo y Majnun', el 8.

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