MUESTRA DE 105 OBRAS

Pasión coleccionista por el Antiguo Egipto, del nazi al nefrólogo

La Fundación Arqueológica Clos celebra 25 años con una exposición que rinde homenaje a los antiguos propietarios de las piezas de la colección del Museu Egipci

Anna Abella

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Una figura de un ibis de bronce (715-332 aC.), que poseyó Illa Kodicek, fundadora de una tienda de ropa interior que vestía a “princesas, duquesas y actrices”, primero en Praga y tras 1939 en Londres, y una estatuilla de una portadora de ofrendas con un pato (2040-1640 aC.), que perteneció al peletero polaco Joseph Klein, comparten vitrina con el amuleto de un escarabajo alado (715-332 aC.) en la nueva exposición del Museu Egipci de Barcelona. A priori no resulta extraño, pero sí quizá un tanto sacrílego o al contrario, con un punto de justicia poética, al leer en las cartelas que los dos primeros lograron huir in extremis de la persecución nazi durante la segunda guerra mundial y que el dueño del escarabeo, que murió en 1942, fue el barón alemán Hans Wolfang Herwarth von Bittenfeld, quien redactó por encargo del ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, un panfleto sobre la profecía de Nostradamus que auguraba la victoria alemana y que se publicó en ocho idiomas. 

Con las 105 piezas de esta nueva muestra, ‘Pasión por el Egipto faraónico’, comisariada por Luis Gonzálvez y que podrá visitarse hasta el 31 de diciembre, la Fundación Arqueológica de Jordi Clos, que en 1994 inauguró el museo, celebra 25 años y rinde homenaje a las pequeñas y a menudo desconocidas historias que se esconden tras la cincuentena de coleccionistas, la mayoría privados, que poseyeron las obras que hoy conforman la propia Colección Clos

Otros antiguos propietarios fueron ilustres famosos, como Lord Carnarvon, quien financió el tesón que llevó a Howard Carter a descubrir la tumba de Tutankamón (sobre la que el museo aún mantiene una exposición temporal). A su colección privada perteneció la estatuilla de bronce de la diosa escorpión Selquet (715-332 aC.) de la muestra, como las piezas menores que se hallaron escondidas en pequeñas cajas y latas en su castillo de Highclere, en Inglaterra, en 1987. Tras su muerte la mayor parte de las obras que poseía fueron vendidas al Metropolitan de Nueva York. 

Aunque a pocos les sonará el nombre de Natacha Rambova, fue la segunda esposa de Rodolfo Valentino. “Poco sabíamos de ella, más que eso, y que la creíamos una mujer frívola”, admite Gonzálvez. Pero tras seguir su pista descubrieron que nació en una adinerada familia de Salt Lake City (EEUU), que entró en 1914, siendo menor, en el Ballet Imperial Ruso que dirigía Theodore Kosloff, famoso por sus ‘affaires’ con las bailarinas y que conoció al famoso actor del cine mudo cuando diseñaba vestuarios para películas de Cecil B. de Mille. En 1935 visitó Egipto y coincidió con Howard Carter. Allí se desató su pasión por los faraones: logró una beca de Princeton para estudiar la decoración de los escarabeos y colaboró con el egiptólogo Alexander Piankoff en la publicacion de varios volúmenes sobre papiros. Además del amuleto de un enano pateco panteo, divinidad asociada a joyeros y ceramistas, el Egipci guarda en su colección otra de las piezas que atesoró: el pectoral que el escritor Terenci Moix, otro apasionado, pidió al museo para lucirlo caracterizado de faraón en la promoción de su novela ‘El arpista ciego’.  

De otra mujer, lady Meux, es un pequeño anillo de cornalina con la imagen del dios Bes, protector de los niños y humanos durmientes (izquierda). Las malas lenguas decían que pudo ser prostituta antes de casarse en secreto en 1878 con el cervecero sir Henry Meux. Gracias a su fortuna, señala el comisario, se instaló en la mansión familiar una piscina, una pista de patinaje y un monumento que Londres había desmontado para reformar, y se paseaba por la ciudad “conduciendo ella misma una carroza tirada por dos cebras”. Excentricidades al margen, adquirió hasta 1.700 objetos en una colección que quiso donar al Museo Británico pero que este no aceptó y que dejó en herencia a un héroe de las guerras Bóer, sir Hedworth Lambton, con la condición de que usara el nombre de Meux.

En la colección del Egipci hay también piezas de antiguos propietarios más cercanos como las de la colección Cano o las del “extrovertido” médico catalán Emilio Rotellaruna eminencia de la nefrología, el primero en realizar una diálisis en España (en el Hospital de la Creu Roja) y, recuerda Clos, que acudía a las exposiciones y fiestas que organizaba el museo luciendo en el dedo el impresionante anillo de oro grabado de la dinastía XXVI. El mismo que hoy brilla en una vitrina de la muestra y que entre el 664-525 aC pertenecía a Sa-Neith, sacerdote de Ptah y de Horus, “profeta y padre divino”. Rotellar, que cedió los aparatos de diálisis a la Seguridad Social, fundó una clínica renal llamada Tefnut, diosa egipcia de la humildad. Gracias a sus herederos el Egipci cuenta con otras piezas de su colección, como el fragmento de relieve con un visir escribiendo en su tumba. 

Cercana también, y con apego sentimental, además de una de las primeras incorporaciones a la colección de Jordi Clos es la estatua de un noble (izquierda) que le regaló su propio suegro, Joaquim Casellas, que había pertenecido al pintor Sebastià Junyer. 

Además de anticuarios y egiptólogos, deportistas (como el regatista olímpico y navegante holandés Conny van Rietschoten, gracias al que el Egipci cuenta con una estela en la que aparece Cleopatra VII), magos (como el canadiense Magic Tom y su representación en madera de la diosa Neftis), banqueros (como Juan March), aristócratas y militares (como el primo de Winston Churchill, Edward George Spencer-Churchill, dueño de un 'ushebti' de alabastro, que tuvo que vender parte de su colección por problemas económicos)... todos tuvieron en común su pasión por aquella fascinante civilización surgida hace 6.000 años.

            

25 años contagiando la pasión por los faraones 

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">El coleccionista y hotelero Jordi Clos ha hecho<strong> balance de los 25 años de la fundación arqueológica </strong>que lleva su nombre. Desde su creación, en 1993, y tras inaugurar el Museu Egipci un año después (con 400 piezas; con el tiempo ha adquirido 800 más), por el que han pasado cinco millones de visitas, ha impulsado 20 exposiciones temporales y 85 muestras itinerantes y ha contagiado la pasión por el Antiguo Egipto a pequeños y mayores con cursos, actividades y 17 expediciones arqueológicas. “Desde los inicios -apunta Clos- el proyecto tenía el objetivo de financiarse y autogestionarse autónomamente y de no recibir ayudas ni subvenciones públicas”. Y así ha sido y es: el 80% proviene de recursos propios y el 20% de mecenazgo y patrocinio.</span>