CRÓNICA

Ozzy Osbourne salda su deuda en el Rock Fest

El cantante británico compensó a sus fans, tras 26 años sin actuar en Barcelona, con un concierto profesional en el que combinó sus 'hits' con los clásicos de Black Sabbath

Ozzy Osbourne, en el Rock Fest

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Jordi Bianciotto

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Había tantos temores de que Ozzy Osbourne apareciera hecho una piltrafa y/o con la voz hecha trizas, después de tantos años desafiando las leyes de la supervivencia, que aunque no ofreció el mejor concierto de la historia, quedó una sensación de prueba superada. Ahí estuvo el hombre, este jueves culminando la primera jornada del Rock Fest, recorriendo sus canciones más significativas en un ‘set’ que solo se atascó cuando él no estuvo ahí, en ese tramo destinado a las manualidades del señor guitarrista, Zakk Wylde, y del señor batería, Tommy Clufetos.

Tras unas proyecciones de imágenes retrospectivas, apareció Ozzy luciendo en ‘Bark at the moon’ una voz destemplada que fue calentando poco a poco a través de ‘Mr. Crowley’, ese homenaje al ocultista Aleister Crowley conocido por su majestuosa introducción de órgano, original de Don Airey (Rainbow, Deep Purple) y que aquí reprodujo Adam Wakeman (¡el hijo del sinfónico Rick Wakeman!). Los teclados fueron en general un poco más envolventes que en otros tiempos, incluso en canciones tan hard rock como ‘I don’t know’. Montaje de cierta vistosidad: cruz gigantesca dominando la escena, rayos láser y tenues tinieblas.

Los cerdos de la guerra

Los pilares del repertorio fueron los álbumes ‘Blizzard of Ozz’ (1980) y ‘No more tears’ (1992), con cuatro canciones cada uno. Aunque Wylde tiene un estilo muy distinto al de Tony Iommi, hubo correctas incursiones en Black Sabbath en la alucinada, muy stoner rock, ‘Fairies wear boots’, y en ese himno antibelicista telúrico llamado ‘War pigs’. Ozzy se movía como un pato mareado, lo cual no tiene relación alguna con su edad (70 años el próximo diciembre) porque siempre fue así.

La balada ‘Road to nowhere’ trajo a ese Ozzy enternecido por el melodrama. Y después de la agotadora rueda de solos, un tramo final de ‘hits’ que combinó el arrollador casi-AOR de ‘Shot in the dark’ con el desvarío de ‘Crazy train’ y el receso reflexivo de ‘Mama I’m coming home’ (Wylde a la guitarra acústica) con un ‘Paranoid’ final. Evocando por última vez a Black Sabbath y dejándonos claro que, 26 años después de su última visita (Zeleste), había venido a Can Zam con los deberes hechos.