EL PLAN CULTURAL PARA HOY
'McGuffin': Hitchcock puede matar... de risa
Jordi Ríos y Mònica Pérez representan esta divertidísima obra en el Club Capitol
Eduardo de Vicente
Periodista
Eduardo de Vicente
El maestro Alfred Hitchcock era considerado el rey del suspense aunque sus películas casi siempre incluían detalles humorísticos. Solo dirigió una comedia, Matrimonio original, y no estaba nada mal. Contaba las desventuras de una pareja que descubre que, debido a un error administrativo, no está legalmente casada y, a partir de aquí, ambos deciden aprovechar su inesperada libertad y replantearse si quieren seguir juntos o no. ¿Hay que sufrir siempre con Hitchcock o se puede reír con él? La respuesta la encontraremos en la comedia teatral McGuffin, protagonizada por dos habituales de programas como Buenafuente o Polònia: Mónica Pérez y Jordi Ríos.
McGuffin es un término acuñado por Hitchcock que hace referencia a un objeto o elemento que, aparentemente, no tiene una gran importancia en la acción pero que, más tarde, se revelará como imprescindible para desvelar el misterio. Por ejemplo, la aguja de la corbata del asesino de Frenesí o el sombrero de La soga.
El público entra en la sala mientras se proyecta un fragmento de 39 escalones, una de las obras cumbre de su etapa inglesa. Cuando finaliza el filme conocemos a Isidro, un humilde tipo al que se le aparece Hitch y le recomienda que ruede un cortometraje para participar en el Festival McGuffin. Decide involucrar a su novia Lili y, juntos, interpretarán múltiples personajes para hacer posible su película sobre un asesino de mujeres.
Una trama compleja y muy disparatada
Escenográficamente, cuenta tan solo con los dos actores, una puerta con ruedas y el vestuario necesario para meterse en la piel de detective, sospechosos y víctimas. Pero hay un elemento más que aporta mucho: la pantalla donde se proyectan imágenes complementarias. La obra se divide en tres partes: los ensayos, el rodaje y el resultado final y va de menos a más. La trama es tan compleja y disparatada que más vale olvidarse de seguirla y, lógicamente, está repleta de guiños hitchcockianos. Es una sucesión de gags, algunos de ellos algo redundantes, pero resulta imposible aguantar todo la obra sin reír en un momento u otro. Y todo ello al ritmo, en diferentes versiones. del tema de Gounod, Marcha fúnebre por una marioneta que sonaba al inicio de los episodios de la serie televisiva Alfred Hitchcock presenta...
Jordi Ríos finge un acento andaluz que evoca, subliminalmente, a su Sergio Ramos de Crackòvia, mientras que Mònica Pérez aprovecha su versatilidad para dar vida a personajes femeninos muy distintos. La actriz es también la directora de este montaje en esta versión castellana que se estrenó, meses atrás en el Aquitània, en catalán bajo la batuta de Carlos Latre.
El resultado es sorprendente y, técnicamente, es una obra mucho más compleja y difícil de lo que aparenta ya que no solo es teatro, también tiene una vertiente cinematográfica que puede recordar a la celebrada Cegada de amor de La Cubana, compañía con la que Mónica Pérez se hizo mayor de edad. Los espectadores salen encantados ya que el tramo final es desternillante y provoca que salgas del teatro con una sonrisa de oreja a oreja.
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