La nueva fábrica de la cultura de Bruselas se llama Kanal

museo Pompidou

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Silvia Martinez

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Lo primero que uno ve nada más alzar la mirada al salir de la estación de metro Yser, en el centro de Bruselas, es el antiguo garaje de Citroen. Un icónico edificio de los años 30, con enormes cristaleras, joya de la arquitectura industrial y situado a los pies del canal que fractura el centro de la ciudad del barrio de Molenbeek. En este edificio abre sus puertas este sábado el nuevo museo de arte moderno y contemporáneo de la capital belga, bautizado con el nombre de Kanal-Centre Pompidou. Una fábrica de la cultura que nace con vocación de revitalizar el barrio y convertirse en “un espacio de vida” de la ciudad.

Aunque hace tiempo que en las entrañas de “este nuevo faro” –tal y como lo ha calificado este viernes el presidente de la región-capital Rudi Vervoort- dejaron de fabricarse nuevos vehículos, hasta hace apenas unos meses la enseña francesa seguía utilizando el edificio como sede, lugar de reparación y venta de coches. El 1 de enero de 2018 “el sueño” para los responsables del proyecto se hizo realidad. El edificio pasó a manos de la región y con ello arrancó “la aventura” de “transformar un garaje en un ciudad cultural”, ha explicado el responsable del proyecto, Yves Goldstein.

Un viaje que tendrá varias fases y para el cual la región de la capital belga se ha aliado con el centro de arquitectura de Bruselas y con el Centro Pompidou de París. La primera arranca este mismo sábado con la apertura oficial. Durante treces meses, desde este 5 de mayo hasta el 10 de junio de 2019, el antiguo garaje permanecerá en “estado bruto” abierto al público. Año y pico en los se convertirá en un laboratorio de ideas, exposiciones, conciertos e instalaciones, un “espacio pluridisciplinar y cultural” en el que “pensar de otra forma” y “hacer las cosas de otra forma”, ha asegurado Goldstein.

De garaje a museo

La primera visita, que han podido efectuar este viernes políticos, periodistas y unos pocos elegidos, lo confirma. Poco o nada ha cambiado desde que la marca creada por André Citroën en 1919 se hiciera a un lado. El edificio permanece prácticamente inalterado. Su estructura, sus volúmenes y sus estancias son las mismas lo que significa que el visitante puede recorrer todavía lo que antes era la recepción, la zona de talleres, la del lavado de coches, la de carrocería, el servicio para camiones e incluso escudriñar las estancias donde se cambiaban los trabajadores o la sala de exposición de coches.

Lo único que ha cambiado es que ya no están ocupadas por maquinaria y por los 800 trabajadores que llegaron a trabajar en este gran garaje. En su lugar hay una decena de exposiciones con dos centenares de obras distribuidas en más de 12.000 metros cuadrados, de los casi 40.000 disponibles en el edificio, seleccionadas por un comité de expertos bajo el asesoramiento del Centro Pompidou y con un hilo conductor: la historia social de Citroen. Quizás por eso la primera obra que se encuentra el visitante es una escultura viva del artista suizo Jean Tinguely.

El proyecto, presupuestado 125 millones de euros, no ha estado ni está exento de crítica. El verdadero desafío llegará en trece meses cuando cierre de nuevo sus puertas para acometer una gran remodelación que se prolongará por espacio de tres años y que dirigirán tres equipos de arquitectos para lograr hacer realidad un sueño: transformar el barrio y Bruselas.