RECOMENDACIONES PARA PADRES Y PROFESORES

Cómo hacer que tus hijos odien la lectura

Blackie Books recupera los artículos de Gianni Rodari, maestro y pedagogo italiano que estudió por qué los chavales sienten naúseas ante un libro

Fotograma de la película francesa El buen maestro, de Oliver Ayache-Vidal

Fotograma de la película francesa El buen maestro, de Oliver Ayache-Vidal / CARAMEL FILMS

Olga Pereda

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La casa del director y guionista francés Oliver Ayache-Vidal está inundada de libros. Amante de la lectura, vivió con frustración el desdén de su hijo adolescente hacia las novelas. Buscó técnicas varias para motivarle, pero fracasó. Durante unas vacaciones de Navidad, la profesora del instituto obligó a toda la clase a leer un libro. Les dio tres opciones, sin explicarles absolutamente nada del argumento. “Mi hijo escogió el más delgado. Y, obviamente, no lo leyó sino que se limitó a buscar información en Wikipedia”, comenta. El cineasta acudió a la maestra y le preguntó cómo hacía para interesar en la lectura a los estudiantes. “Me mandó a paseo”, confiesa con tristeza.

Decepcionado con el sistema educativo, Ayache-Vidal empezó a escribir el guion de lo que sería su primera película, 'El buen maestro', que se estrenó en España el 13 de abril y sigue en cartelera. El filme narra cómo un profesor es enviado a un instituto de los suburbios de París, donde los alumnos expresan su desprecio por todo, libros incluidos. El protagonista emprende una lucha titánica para convencerles de la belleza de 'Los Miserables'.

A pesar de la película, el hijo del cineasta francés sigue sintiendo cierta urticaria ante un libro. “Continúo luchando para que lea”, admite. No está solo. Los progenitores en esa misma tesitura son legión. Ahora bien, ¿adoptan el método correcto? Blackie Books ha editado recientemente el libro 'Escuela de Fantasía', una recopilación de textos del reverenciado escritor, maestro y pedagogo italiano Gianni Rodari (1920-1980), que proclamó la receta infalible para que los chavales odien la lectura. Se compone de nueve sentencias.

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“Lee un libro y deja de ver la tele”

“Coge un libro y no pierdas tiempo en las estupideces de la tele”. Si algún padre o madre dice esto a sus hijos, que sepa que tiene la batalla perdida. “Los niños saben que la televisión no es una estupidez. Les parece divertida y útil. Enriquece el punto de vista y cultiva el vocabulario. Negar una diversión no es la forma ideal de estimular el amor por otra actividad sino de proyectar una sombra de molestia y castigo”, sentencia Rodari. Eso mismo es aplicable hoy en día a otro tipo de pantallas. 

“Se te acabaron los cómics”

“Si no te veo leyendo un libro voy a quemar todos tus tebeos” es otra frase clásica. Y errónea. Porque los adultos deberían acordarse de lo que les supuso, en su día, Flash Gordon, “la lectura más estimulante e instructiva de su infancia”. O Tintín. O Mortadelo. Los cómics son, según el maestro revolucionario de la literatura infantil, algo que alimenta la necesidad de aventuras.

“Hijo, antes se leía más”

A los niños no se les puede pedir que se apasionen por el pasado, una época que no les pertenece. “Si identifican los libros con un tiempo ajeno se crea un motivo más para que, en cuanto puedan, se alejen de ellos”.

“Tienes demasiadas distracciones”

Ya en los años 70, Rodari criticaba que el tiempo libre se consideraba en muchas familias un tiempo vacío y desaprovechado. Estaba convencido de que para derrumbar ese falso mito el libro debería ocupar un lugar importante no solo en la escuela y en la familia sino en la sociedad y en la vida de un país. Así que su receta es: más distracciones para los niños y más libros.

“Tú tienes la culpa”

Culpabilizar a los niños de que no les gusta la lectura es comodísimo porque permite tapar los fallos propios de los padres. “Hay demasiadas casas en las que nunca entra un libro. Hay muchos padres que ni siquiera leen el periódico y luego se sorprenden si sus hijos salen a ellos”.

“Copia una página y resúmela”

No veas qué diversión -se ríe Rodari- que los alumnos copien páginas de libros como parte de sus deberes escolares. “Elíjase un buen cuento de Tolstói y condénese a un colegial a analizar nombres, pronombres, verbos y adverbios. Garantizo que durante el resto de su vida sentirá por el novelista ruso una aversión visceral que lo mantendrá bien alejado de 'Anna Karenina'”.

“Eres mayor. Ya no te leo cuentos”

Una vez que el chaval sabe leer, ¿cuántos padres tienen la paciencia de seguir leyéndoles un cuento por la noche? Pocos, pero deberían ser mayoría. La voz de la madre y del padre tiene una función “insustituible”. Leer un cuento es un momento afectuoso, un momento de vida. “Hay que saber leer con expresiones y adaptar el vocabulario”, recomienda el italiano.

“Solo te compro un libro. O dos”

“Les regalamos un libro, pero los niños lo dejan a un lado y concluimos que no les gustan los cuentos sin caer en la cuenta de que, a lo mejor en ese momento, tienen otros intereses”. Rodari califica de “indispensable” tener una variada biblioteca infantil en casa, que hay que ir poniendo al día y organizarla con "sensibilidad despierta". Veinte libros son mejor que uno. Y cien mejor que veinte.

“Lee desde aquí hasta aquí”

La receta más infalible para que un chiquillo odie los libros es muy fácil: “Cójase un chico. Cójase un libro. Colóquelos a ambos ante una mesa y prohíba al dúo que se divida antes de una hora determinada. Para mayor garantía de éxito, anuncie al chico que deberá resumir en voz alta las páginas leídas”. El chaval comprenderá que leer es una cosa que hay que hacer porque la mandan los mayores, un mal inevitable vinculado al ejercicio de la autoridad.