EL ANFITEATRO

Venecia recupera el fasto barroco con 'Orlando furioso'

La ópera de Vivaldi llega al Teatro Malibran con Diego Fasolis en una producción escénica que remite a la época de su creación

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Proponer escénicamente una ópera barroca hoy tiene mucho riesgo. Los argumentos, mitológicos o históricos, son del género imposible. Se puede optar por la actualización a nuestra contemporaneidad, por la abstracción o por la estilización estética intemporal. También se puede apostar por intentar reproducir una representación de la época original con toda la opulencia barroca, la extravagancia y el uso de la maquinaria escénica. Esto es la que ha hecho el teatro veneciano La Fenice con ‘Orlando furioso’, de Antonio Vivaldi, presentada en su segunda sede, el Teatro Malibran, con un resultado sobresaliente firmado por Fabio Ceresa. En contraste con la aproximación escénica barroca, la orquesta del teatro, dirigida en esta ocasión por Diego Fasolis, interpretaba la música con instrumentos modernos.

Asistir a una representación de una ópera de Vivaldi es siempre un lujo por  raro. Lo es más todavía por ser Venecia su ciudad natal. El compositor aseguraba haber compuesto más de 90 óperas, pero se le atribuyen menos de 50 dado que como era habitual reelaboraba muchas de sus obras. En la actualidad se conservan una veintena que muy raramente suben al escenario monopolizado casi, por lo que a ópera barroca se refiere, por Händel. Aun siendo poco interpretada, ‘Orlando furioso’ es la que más veces ha podido verse en los últimos años desde que Claudio Scimone la resucitara y la interpretara al frente de I solisti veneti a finales de los años 70 del pasado siglo.

Antes de Vivaldi, la figura del paladín carolingio basada en el poema épico ‘Orlando furioso’ de Ludovico Ariosto, ya había servido para óperas anteriores y serviría para otras posteriores (Händel la utilizó para ‘Orlando’, ‘Alcina’ y Ariodante’). Vivaldi compuso la suya --estrenada en Venecia en 1727-- con un libreto de Grazio Braccioli en el que quedan fuera los aspectos más heroicos y bélicos de la historia para centrarla en las relaciones y reacciones sentimentales de unos personajes cuyos amores no son correspondidos por obra de los hechizos vengativos de la maga Alcina.

Bradamante y Ruggiero están enamorados, pero él ha sucumbido a las artes de la hechicera. Astolfo bebe los vientos por Alcina que le rechaza. Orlando ama a Angelica, pero esta prefiere a Medoro. Engaños, venganzas y locura a la que sucumbe Orlando por amor. Al final, como no podía ser de otra manera tratándose de una ópera barroca, todo acaba bien. La maga pierde sus poderes, las parejas se recomponen y Orlando recupera la cordura admitiendo que Angelica no le ama. Según el último verso de la ópera: “Sabio es quien del error prudente aprende”.

Un mundo de maravilla

Un mundo de maravillaLa dirección escénica de Ceresa junto a los decorados de Massimo Checchetto, el vestuario de Giuseppe Palla y las luces de Fabio Barettin crean un mundo de maravilla en el que aparece una gran luna rugosa que al girar sobre sí misma descubre una concha dorada en la que domina el trono de Alcina. A la extravagancia escénica barroca se añade un barco, el mar con sus olas, un enorme hipogrifo que transporta a Ruggiero y, aun más grande todavía, un guerrero gigantesco contra el que combate Orlando en sueños durante su locura hecho de partes separadas que desaparecen cayendo al suelo con estrépito. El vestuario, lleno de pedrería y lentejuelas, es destellante. La participación del grupo de danza milanés Fattoria Vittadini que baila, hace de comparsa y mueve elementos escénicos contribuye a crear la atmósfera de gran espectáculo barroco.

Musicalmente hay que decir que este ‘Orlando’ presenta varias mutilaciones a razón de un aria por personaje, para acortar su larga duración. La contralto Sonia Prina, a quien pudimos escuchar en el Liceu en ‘Teuzzone', también de Vivaldi, interpretaba Orlando con un dominio de las agilidades habitual en ella. El otro gran personaje de la ópera es Alcina, cantada por la mesosoprano Lucia Cirillo, otra intérprete del compositor veneciano (‘L’incoronazione di Dario’).

El contratenor Carlo Vistoli (Ruggiero) y la soprano Francesca Aspromonte (Angelica) fueron una excelente sorpresa que confirmaba la buena sensación que dejaron ambos en la edición del Festival de Aix en Provence el pasado año interpretando ‘Erismena’, de Francesco Cavalli, otro compositor que hizo grande la ópera veneciana, ahora también en proceso de recuperación.

Vistoli cantó con una elegancia y un fraseo impecable. Su aria ‘Qual terra ignota al suol’ con el lamento ‘Piangerò sinche l’onda del pianto’ fue de los momentos más emocionantes de la representación bien acompañado por la flauta travesera obligada. Con su voz fresca, Aspromonte aportó a su papel la ligereza, la seducción y la coquetería necesarias al personaje que pretende hacer creer a Orlando que le ama cuando en realidad es a Medoro a quien prefiere. Completaban el reparto la mesosoprano Loriana Castellano (Bradamante), el contratenor Raffaele Pe (Medoro) y el barítono Riccardo Novaro (Astolfo).  

Fasolis, director del grupo I Barrocchisti especializado en la interpretación de música antigua con instrumentos de época, dejó en esta ocasión a su orquesta para dirigir la de La Fenice con instrumentos modernos. No era lo que más se ajustaba a la producción de un historicismo fantasioso, pero el resultado fue exquisito destacando el continuo de los clavicémbalos, uno de ellos el propio director, del violonchelo y del archilaúd.

Al acoger el aplauso del público Fasolis hizo un gesto que pocos directores hacen y que siempre les honra. Es el de mostrar la partitura. Al fin y al cabo, batuta, músicos, cantantes y productores son el vehículo para representar la creación de un compositor en quien recae el mérito original.

Ópera vista el 19 de abril.

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