CRÓNICA
Ben Harper y Charlie Musselwhite, almas gemelas
Ambos músicos fundieron sus artes en Barts en torno al repertorio con fondo bluesístico de su disco conjunto 'No mercy in this land'
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
El blues ya no está de moda, no se oye su canto en los suburbios estadounidenses, pero su capacidad para expresar los dolores del alma es eterna, y a ella se ha acogido Ben Harper en su segunda alianza discográfica con Charlie Musselwhite. Un disco, ‘No mercy in this land’, más bien crudo y desolador, que confirma la fluida sintonía entre ambos y que dio pie a un par de sustanciosos conciertos en un Barts con todo el papel vendido.
Harper garantizaba por sí mismo el éxito de convocatoria, aunque en la presente gira renuncie a su repertorio más distintivo y comparta focos con este carismático armonicista reclamado a lo largo de los años por artistas como John Lee Hooker o Tom Waits. En escena, este sábado, Musselwhite dijo mucho con muy poco, ya que esencialmente se limitó a suministrar aquí y allá sus sentidos y precisos soplidos de armónica en un ambiente de complicidad honda, casi mística, con Harper y la banda de tres músicos.
Silencios y sutilezas
Recorrieron la mayoría de las canciones de sus dos discos conjuntos, empezando con el blues pesado de ‘When I go’ y aventurándose en el traqueteo destartalado de ‘Bad habits’, la espiritualidad rural de ‘I ride at dawn’ o el penetrante ‘groove’ de ‘Get up!’, culminado con un delicado solo del guitarrista, Jason Mozersky. Harper se hizo fuerte en el ‘pedal steel’, mientras Musselwhite, luciendo siempre esa media sonrisa serena de quien ya lo ha visto todo en la vida, dosificaba silencios e intervenciones sutiles, siempre lejos del exhibicionismo. Este tomó la voz cantante en sendas piezas de su repertorio, ‘The blues overtook me’ y ‘I’m goin’ home’, ante un público que terminó coreando su nombre.
Muchas de las canciones se ajustaban a los patrones y ruedas armónicas propias del blues, donde el carácter interpretativo pesa más que la composición, pero fue posible disfrutar de un Harper más metido en su mundo cuando se sentó al piano en ‘Nothing at all’. Y tras el potente, rockero, punto y aparte de ‘When the levee breaks’, aquel clásico que en su día se agenció Led Zeppelin, abrió el bis la canción que encierra el significado más genuino del nuevo disco.
Se trata de ‘No mercy in this land’, que incluye una estrofa que quiso cantar Musselwhite: “Mi padre nos dejó aquí tirados / Mi pobre madre yace bajo una piedra / con el corazón dolorido y las manos temblorosas”. Alusión al asesinato de su madre, 13 años atrás, a manos de unos ladrones que asaltaron su casa. Trasfondo trágico para dar una capa más de intensidad vivencial a un repertorio que avanzó hasta un enojado ‘Yer blues’, de los Beatles, y que se fundió con el silencio en ‘All maters now’, con Harper cantando a pelo que “la vida no tiene cura” mientras lucía una camiseta con un enorme corazón estampado en negro.
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