UNA OBRA ATEMPORAL

Y Dios se hizo estrella pop

El primer gran musical de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, que al principio fue tachado de blasfemo, terminó convirtiéndose en un inesperado banderín de enganche evangelizador

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LUIS TROQUEL

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Si en los Evangelios Dios se hace hombre, 'Jesus Christ Superstar' transforma al hombre en figura pop. La obra que consagró al compositor Andrew Lloyd Webber y el letrista Tim Rice, dos jóvenes británicos que habían debutado juntos con una breve pieza también de inspiración bíblica (en la que los premonitorios sueños del casto José eran en technicolor), vio la luz en 1970 solo en disco, como ópera-rock; un género que, en plena eclosión del álbum concepto, fraguaron conjuntos de procedencia mod como The Who, The Kinks o The Pretty Things. De Cristo hacía Ian Gillan (entonces recién incorporado a Deep Purple), a Judas lo encarnaba Murray Head, como María Magdalena estaba ya Ivonne Elliman y como sacerdote no acreditado, el hoy encarcelado Gary Glitter.

Al haberse publicado antes el disco, la gente iría luego al teatro como quien va a un concierto rock: con las canciones aprendidas. Y quien no las conociese saldría tarareándolas, pues Lloyd Webber no solo anticipa las melodías en la obertura, también repite siempre muchos de sus fragmentos en diferentes voces durante toda la obra. Sin diálogos entre canciones y con breves recitativos previos, como en las antiguas óperas. En 1971, los montajes apócrifos que empezaron a proliferar precipitaron un estreno teatral a lo grande. Primero en Estados Unidos, donde, justo a la vez, había dado sus primeros –y tímidos- pasos otro musical basado en Jesucristo, el delicioso 'Godspell'.

El Jesús más humano

Todavía en los años 70, Andrew Lloyd Webber y Tim Rice volverían a dar la campanada juntos con 'Evita' y luego separaron sus vidas. Al compositor le esperaban en los 80 sus dos mayores éxitos ('Cats' y 'El fantasma de la ópera') y el letrista renacería en los 90 bajo el paraguas de Disney con 'La bella y la bestia' y 'El rey león'. Fueron a más, aunque nunca repetirían algo tan rompedor como 'Jesus Christ Superstar'. Rebosante de rock, soul, clasicismo contemporáneo y ecos del barroco, la obra sentaría las bases del musical según Lloyd Webber, posteriormente más conservador. Y predicaría también La Pasión según Tim Rice. El lado más humano de un Jesús que no llegaba a resucitar. Con Judas insurrecto ante su destino, culpando a Dios de darle el peor papel de la función, aunque fuera casi tan protagonista como ese Jesús por quien se derretía de amor puro la dulce María Magdalena.

Lo que al principio fue tachado de blasfemia terminó convirtiéndose en inesperado banderín de enganche evangelizador. ¿En cuántas parroquias se habrá cantado? ¿Cuántas y cuántas funciones escolares y amateurs se habrán llegado a representar? Sin embargo, no ocupó ningún gran teatro barcelonés hasta el año 2009, con Gerónimo Rauch. Por aquí nunca pasó la magna adaptación española de 1975. La de Camilo Sesto, Ángela Carrasco y el hoy encausado Teddy Bautista. Ni tampoco la versión de 1984 con Pablo Abraira.

Hacer tiritar a los olivos

Ahora llega al Tívoli. Y nada menos que con el icónico protagonista de la película de 1973, Ted Neeley. A día de hoy se asemeja a esos Cristos medievales de más que provecta edad y, sin embargo, conserva una voz que es puro milagro. Dios o no mediante. Mantiene incluso aquellos sobreagudos capaces de hacer tiritar a los olivos del huerto de Getsemaní como si fueran castañuelas.

Curiosamente hace muy poco, un actor catalán de lustroso apellido, y de cuyo nombre mejor no acordarse en estas líneas, se choteaba en una entrevista de este musical. Venía a decir que se veía más antiguo que el propio personaje en que se basa. Santa ignorancia. 'Jesus Christ Superstar' es tanto reflejo del 'kitsch' de su época como atemporal maravilla. Ocupa un privilegiado lugar entre los tesoros artísticos que la historia sagrada en el último siglo ha inspirado. Y como tal permanecerá. Ahora y siempre. 'In secula seculorum'. Amén.