CRÍTICA

Echar a andar contra el silencio

Fallarás hace una hermosa y terrible reconstrucción de la historia familiar, inevitablemente convertida en espejo de la sociedad, en 'Honrarás a tu padre y a tu madre'

Cristina Fallarás, el pasado febrero en Barcelona.

Cristina Fallarás, el pasado febrero en Barcelona. / periodico

Enrique de Hériz

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«Me llamo Cristina y he salido a buscar mis muertos. Caminando». Cristina, no hay asomo de ambigüedad al respecto en todo el libro, es Cristina Fallarás, la autora, en una primera persona que busca un vislumbre de su identidad completa. Y eso solo se alcanza echando a andar en dos direcciones: hacia fuera, es decir hacia atrás en el tiempo, hacia la construcción de un relato familiar oficial, suma de recuerdos, conjeturas y silencios; y hacia dentro, es decir hacia la fragua de temores y deseos en el que ese relato da forma a nuestra identidad.

Echa a andar Cristina Fallarás en Barcelona y tiene la feliz idea de no parar hasta que llega al Grand Oasis Park, una urbanización de veraneo en la costa en la que tuvo casa su familia y de la que ya solo quedan los restos. Allí emprende la arqueología moral que toda historia familiar exige. Ese es el viaje hacia dentro.

Terribles sucesos de la guerra civil

El otro, hacia fuera, nos lleva a Francia en los años 20, a un México casi mítico de tan borroso, a terribles sucesos de la guerra civil enterrados y acallados por el olor de la inmediata posguerraUn abuelo de cada bando: así, a riesgo de caer en un imperdonable reduccionismo, podríamos resumir la historia. Pero la noción de que muchas familias vieron reproducido en su microcosmos el conflicto general de la guerra ha sido a menudo un acicate para el silencio; Fallarás, en cambio, usa este texto, entre crónica y novela, para sumarse a una marcha contra el silencio. Una marcha que reclama gran parte de la sociedad española, a la que este texto se atreve a recordar que las familias son cómplices de ese silencio. Y las familias están hechas de personas.

Triste sería, sin embargo, que la dimensión moral de esta historia se impusiera por completo a su valor estrictamente literario. Como no podía ser de otro modo, Fallarás aborda esta historia desde su plena madurez como escritora, dotada del escaso don de la visibilidad: a cualquier español nacido en la segunda mitad del siglo XX le resultará muy difícil no ver a su propia familia en el texto, a su madre calentando el barniz de uñas entre las manos, a los abuelos y sus maneras de sentarse en sillas o sillones, a un país entero guardando silencio en la oscuridad de sus salones.