tú y yo somos tres
'Fariña': la investidura de las esposas
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
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Mientras escribo estas líneas miro por el rabillo del ojo la pantalla y veo por TV-3 la sesión de posible <i>investidura exprés</i> que se está produciendo en el Parlament de Catalunya. Es curioso, hace unas horas, en el último capítulo emitido de <i>Fariña</i> (A-3 TV), también se produce una sesión de investidura. La de las esposas de los grandes personajes de la ría de Arousa, los Otero, Charlín y Oubiña, que de pronto se reunen, se autoinvisten de poder y toman las riendas de los negocios de sus maridos. Se produce esta autoinvestidura exprés porque ellos se fugan. A Portugal. La policía les persigue. Y en la barcaza en la que huyen, cuando se lamentan de que la policía le ha acorralado, uno exclama: «No nos dejarán en paz hasta que Fraga salga elegido». ¡Ahh! Esto ocurría en 1984, y abrigaban la esperanza, soñaban en voz alta, imaginaban como gran remedio a su infortunio que en las próximas elecciones generales, las de 1986, Manuel Fraga le arrebataría la presidencia del Gobierno a Felipe González, cosa que no ocurrió nunca. Ante esta desbandada rumbo a Portugal, las mujeres, las esposas, que se han quedado en Galicia, toman la iniciativa. Algunas se resisten. Una dice, afligida: «¡Nosotras solo sabemos cuidar la casa y llevar las joyas que nos regalan!». Pero Esther, la nueva esposa de Oubiña, y la hija de Charlín, la joven Pilar, que tiene mucho más temple, muchas más agallas y coraje que sus dos cataplásmicos y calamitosos hermanitos Moncho y Paquito; ambas señoras, les decía, capitanean la reunión e impulsan su autoinvestidura como nuevas jefas de los clanes de sus maridos huidos. «Todos nos obedecerán a nosotras. Tienen que llenar sus neveras», advierten convencidas. Efectivamente. Todos los peones de sus trapicheos contrabandistas están acostumbrados a vivir muy bien como traficantes. No pueden soportar que sus neveras, y sus cuentas corrientes, se queden vacías. Y esa es la fuerza de la investidura de las esposas: garantizar que el tinglado continúe.
Esta serie sigue cosechando audiencias y críticas magníficas. Atrapa. Y los guionistas han sabido trabajar con disfrutables giros lingüisticos. Hablando del policía que les persigue, <b>Manuel Charlín</b> exclama: «Ese cara de cona del sargento no va a descansar hasta vernos entre rejas». ¡Ahh! Esta expresión, cara de cona, tiene su retranca en Galicia.
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