CRÍTICA
Laura Ferrero: emociones sin impostura
La narradora construye un drama familiar a base de mimo y sutileza
Domingo Ródenas de Moya
Domingo Ródenas de Moya
Mientras leía esta novela, la primera de Laura Ferrero (Barcelona, 1984), he recordado aquello que decía André Gide de que con los buenos sentimientos no se hace literatura. Y no porque abunden aquí los buenos sentimientos y, en consecuencia, haga mutis la literatura sino porque 'Qué vas a hacer con el resto de tu vida' confirma el aserto: su combustible son los sentimientos, pero no los buenos sino los que corroen y trastornan, los que aplastan y horadan, los que acorralan y postran, los que envenenan desde el pasado y también los que resucitan al calor de las ilusiones de futuro. Esta sinfonía sentimental obedece a una batuta serena, la de un estilo pulcro y refrenado, que sabe esquivar la trampa del melodramatismo acechante.
Laura Ferrero ha creado una narradora de su edad, con su nombre y con alguna de sus experiencias vitales (el trabajo editorial, la estancia en Nueva York, la vocación de escritora), pero que no debe confundirse con un yo autobiográfico. En una situación familiar catastrófica, esta Laura imaginada sufre una pérdida dolorosísima que la aboca a un duelo desestabilizador. Para salir de él rompe lo que debería ser preservado y emprende un viaje en busca de respuestas. Soy deliberadamente impreciso para no traicionar el mecanismo de revelación de secretos que ha armado la autora y que complacerá a muchos lectores.
El duelo tiene lugar en el escenario de un drama familiar en el que todos los actores están construidos con mimo y sutileza hasta el punto de que cada uno podría situarse en el centro de su propia novela. Así ocurre con el padre, Román, geólogo obsesionado con las islas, su definición y su cómputo; con la madre, Adriana, pintora que arrastra una honda fractura por la que abandona a la familia durante cinco años; con el hermano menor, Pablo, pintor también, hiperestésico inadaptable. Queda fuera de este cuadro el personaje de Gael, el farero y profesor universitario, cuyos vínculos con todos los anteriores hubieran requerido una mayor elaboración. Todos son islas entre sí, que es la metáfora productiva que sobrevuela la novela y que sugiere una incomunicación y soledad que trascienden las de la narradora y su cohorte. El camino de la emoción sin impostura que ha transitado Laura Ferrero es uno de los que lleva a la gran literatura.
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