PIONERO DE LA INDUSTRIA MUSICAL ESPAÑOLA

Gay Mercader y la 'misión divina' del rock

El promotor publica un lujoso libro que reúne 550 carteles de conciertos organizados a lo largo de 46 años de carrera

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fsendra41072990 girona 24 11 2017 el promotor musical gay mercader que pres171125183852 / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Ahora que están de moda los libros de memorias de figuras musicales, Gay Mercader, que quizá no sea una estrella del rock pero se le parece bastante, deja que los carteles de sus conciertos hablen por él y den a su vez un espectacular testimonio toda una era iniciática de la música en directo en España. Esa es su aportación, reflejada en esta obra contundente, 'Tour posters 1971/2017', que sale a la venta este lunes.

El volumen, de gran formato, con 480 páginas, edición limitada y numerada a mano, a cargo de Vudumedia, tiene como único propósito, advierte en su inicio, "documentar el trabajo realizado a lo largo de 46 años". Ahí está una selección de 550 pósters de conciertos, imágenes provistas de su mística y su valor gráfico e histórico, acompañadas por un exhaustivo listado de los aproximadamente 3.300 conciertos organizados en toda su carrera. Un prólogo de Diego A. Manrique pone la obra en situación: Mercader descartó desde el principio ponerse a escribir. "Eso de las memorias, revelar detalles de cosas que he vivido como amigo de los músicos, no me parecería bien. Y luego, ¡qué pereza! Si algo ya lo has vivido, ¿por qué otra vez?", cuenta en el salón de su magnífica casa del Gironès, donde vive apaciblemente desde hace más de 20 años.

Retiro a medias

En teoría, Gay Mercader está retirado desde que en el 2006 vendió su empresa a Live Nation, aunque si determinados artistas, "como AC/DC, The Cure o  Norah Jones", le piden contar con él, vuelve a liarse la manta. "Yo amo este negocio", subraya. Suena creíble: su labor como promotor desde sus inicios, aún en pleno franquismo, no habría sido posible sin una implicación emocional integral. Fue una auténtica "misión divina", advierte, traer a actuar a dioses de la música para quienes el mundo se terminaba en los Pirineos.

Como si de una advertencia fatalista se tratara, el primer póster que aparece en el libro es el de un concierto que tuvo que suspenderse, el de Black Sabbath en el barcelonés "Palacio Filomatic (antiguo Picadero)", dice el anuncio. Lejos de rendirse, se estrenó con el grupo noruego Titanic en el Pachá de Sitges, en 1971, y cogió fuerzas para atreverse más adelante con la Incredible String Band (Palau), y de ahí a Emerson, Lake & Palmer (Palau d’Esports). "En aquella época se decía que un artista inglés no vendría nunca a España. La autoestima estaba muy alta por aquí", ironiza. "Pero un grupo te llevaba a otro". Aunque el 'guiri' nunca lo ponía fácil. "Un inglés, lo primero que hace es coger un martillo y comenzar a darte martillazos en la cabeza. Si al cabo de un rato sigues impertérrito, entonces es posible que puedas comenzar a hacer negocios".

La huella de la 'jet set'

Hay que decir que él no era un tipo impresionable: crecido en París en una familia burguesa, sobrino de Maria Mercader y Vittorio de Sica (y emparentado con Ramon Mercader, el asesino de Trotsky), se crió con "gente muy, muy, rica" y jugaba en el patio "entre francotiradores porque el nieto del general De Gaulle iba a la misma escuela". Admirador de Georges Brassens, asistió al despegue del pop británico. "Vi a los Stones en 1965, y estuve en fiestas de amigos en castillos donde actuaban los Kinks o The Moody Blues". No es raro, pues, que Barcelona le pareciera "un pueblo" (de hecho, aún se lo parece).

Relativiza la épica del promotor de conciertos, al que considera "un feriante de carromato", y recuerda aquellos carteles de otros tiempos en que se destacaba el número de tráilers desplazados y de watios de sonido. "¡Pura propaganda de vendedor de pócimas!". Agradece, eso sí, que ahora la prensa le trate con más consideración. "Los primeros 30 años fueron de machaque. Recuerdo artículos sobre 'la gallina de los huevos de oro' cuando me habían echado de casa varias veces por no pagar el alquiler", cuenta Gay Mercader, que se ha arruinado, y recompuesto, "tres o cuatro veces".

No se sintió arropado cuando trajo a los Rolling Stones, en 1976, a una Monumental que no se llenó. "Al día siguiente abrías los diarios y decían que el grupo ya estaba acabado, hablaban de un telonero que no tocó, se quejaban de que había polvo... Era una plaza de toros, ¿esperaban que pusiera una moqueta como en la OTI?". Pero España era "territorio libre para el rock" y, poco a poco, casi todos los grandes pasarían por sus manos: Lou Reed, Patti Smith, Bruce Springsteen, AC/DC, Bob Marley, Bob Dylan, David Bowie, Madonna... Todos ellos son evocados en el libro junto a artistas de la última era pop como Coldplay, Arcade Fire o Rihanna.

El deseado J. J. Cale

Entre los que se le han resistido, el ya desaparecido J. J. Cale. "Estuve años persiguiéndolo, pero prefería coger un autobús e ir a tocar a Tulsa que actuar en Europa". Tampoco pudo, ni él ni nadie en España, con Tom Petty, Fleetwood Mac o Steely Dan. "En parte es culpa mía: soy más 'anglo' que americano. Y luego, pedían mucha pasta. ¿cuánta gente habría metido con Petty, 3.000 o 4.000 personas?".

Destacando entre las recompensas de estos 46 años, los vínculos de amistad, que mantiene vivos, con músicos como Bryan Ferry, Iggy Pop, Patti Smith, Phil Collins y, claro, los Rolling Stones, con Keith Richards en cabeza. Aunque sospecha que "el rock se ha perdido porque perturba y la gente no quiere que la perturben", ve a los Stones "como la Mona Lisa, que todo el mundo quiere ver una vez en la vida". Y les atribuye, todavía, propiedades genuinas: "su chulería sigue siendo muy rock’n’roll". Como la suya misma, al publicar el libro sin esperar a una cifra de aniversario redonda. ¿Por qué 46 años? "Bueno, ahora tengo 68, aún tengo esa adrenalina, y cuanto más pasa el tiempo menos ganas tienes de mirar atrás".