CRÍTICA DE CINE
'Kingsman: El círculo de oro': agotamiento prematuro
Esta continuación no parece saber muy bien qué hacer consigo misma aunque recicle intacto el gusto de su predecesora por la violencia de 'cartoon'
Nando Salvà
Si 'Kingsman: Servicio secreto' (2014) se mostraba razonablemente eficaz -y eficazmente entretenida- reiventando los clichés propios de las películas de James Bond, esta continuación no parece saber muy bien qué hacer consigo misma aunque recicle intacto el gusto de su predecesora por la violencia de 'cartoon' y las moralejas reaccionarias -ahora como entonces, las causas progresistas son retratadas como el mal extremo-. 'El círculo de oro', de hecho, funciona como tres secuelas en una, argumentalmente saturada como está por tramas de dominación criminal, nuevas organizaciones de espías y reapariciones de superespías a los que dimos por muertos tras la primera entrega.
La saturación queda subrayada por el hecho de que la mayor parte de su estelar reparto se limita a pasar por ahí. Actores como Channing Tatum, Jeff Bridges y Halle Berry ofrecen poco más que cameos extendidos; mientras tanto, ninguno de los intérpretes principales ofrecen un ápice del carisma que los hizo memorables en primer lugar, en parte porque funcionan al servicio de un argumento que cuanto más metraje dedica a explicarse a sí mismo -y lo hace de forma consistente e incansable-, menos sentido tiene.
Por lo que respecta a las secuencias de acción, asumen la misma forma ahora que entonces, a través de una cámara que se mueve constantemente en busca de la imagen más brutal y que usa los planos de cabezas reventadas como si fueran emojis risueños. La práctica totalidad de esas escenas tratan de rivalizar con la masacre en la iglesia baptista que se convirtió en el punto álgido de la primera película, pero ninguna logra ofrecer niveles similares de energía o de capacidad de impacto.
De hecho, nada en esta película tiene impacto ni peso real. Tomarse a broma una amenaza mundial no es grave; las películas de 007 lo estuvieron haciendo hasta que llegó Daniel Craig. Pero 'El círculo de oro' está demasiado ocupada haciendo gracietas como para molestarse en crear sentido alguno de conflicto. Quizá la mejor ilustración de su actitud general esté en la gratuita inclusión en la trama de Elton John para que escupa obscenidades como una metralleta: tiene gracia un rato, y luego cansa. Más o menos lo mismo puede decirse de la trayectoria seguida por esta saga en solo dos películas.
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