CRÓNICA

Chaikovski reina en 'La Bella y la Bestia'

La música del compositor seleccionada para arropar las coreografías del Malandain Ballet da vuelo a una noche de cuento en Peralada

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CÉSAR LÓPEZ ROSELL / PERALADA

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En la memoria colectiva 'La Bella y la Bestia' es un cuento que se reconoce más por las adaptaciones hechas para el cine y los musicales que por la danza. Ésta, entre otras, era una de la razones de la expectación que había despertado el debut, la noche del viernes en Peralada, del Malandain Ballet Biarritz, respaldado en el foso por la Euskadiko Orkestra Sinfonikoa, habitual compañera de aventuras de la compañía del país vasco francés. La unión de los 22 bailarines del energético y virtuoso grupo con la fuerza de la magnífica interpretación en vivo de las piezas de Chaikovski, hizo que esta versión danzada del relato de Jeanne Marie Leprince de Beaumont elevara la magia de la historia.

Hubo aplausos para el montaje del coreógrafo Thierry Malandain y para sus intérpretes, pero las aclamaciones fueron especialmente calurosas para el talentoso músico letón Ainars Rubikis y futuro director de la Komische Oper Berlín por el buen pulso exhibido en la dirección orquestal.  La espléndida elección de obras de Chaikovski seleccionadas para envolver las seis escenas del espectáculo alcanzó tan alta dimensión como la propia actuación del ballet. En la formación brilló una cuerda sedosa y sensible, que se tradujo en un elemento narrativo de primer orden dentro del conjunto de la producción.

El entreacto y el vals de 'Eugene Onegin, op 24' crearon la atmósfera idónea para situar inicialmente a los principales personajes, empezando por el rico comerciante, y a sus cinco hijos, dos chicos y tres chicas, entre las que se incluye la bondadosa y atractiva Bella. Momentos de la 'Patética', con el 'Adagio lamentoso' final que coinciden con la transformación de la Bestia en príncipe, al declararle ella su amor, y 'Hamlet, op. 97', y el 'Andante cantabile' y el vals de la 'Sinfonía núm. 5' respaldan otros pasajes de este cuento sobre el amor y el contraste entre la belleza física y moral.

Los bailarines desplegaron una variada selección de pasos a dos, tríos y movimientos en grupo, ubicados en una  escenografía montada con un ingenioso juego de cortinas de Jorge Gallardo (también autor del elegante y variado vestuario) en el que aparecen y desaparecen los intérpretes. Su técnica está emparentada con el clasicismo más ortodoxo, pero revisado con estéticos toques de contemporaneidad, en general bien conseguidos pero que no acaban de marcar una línea clara.

La historia fluye, eso sí, mostrando a la Bella como portadora de la esencia del ser humano frente a la Bestia, desdoblada entre su alma y la animalidad de su cuerpo. El baile resalta la fuerza de sus instintos en una lucha constante para hacer aflorar su belleza interior, la que acabará imponiéndose.