Yamma el-Fna en el corazón

Goytisolo no fue un simple inquilino en Marruecos, fue de los pocos expatriados que han sabido integrarse desde el corazón viviendo como los demás

un Cervantes entre dos orillas Juan Goytisolo_MEDIA_2

un Cervantes entre dos orillas Juan Goytisolo_MEDIA_2

BEATRIZ MESA / ALHUCEIMAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Que el novelista español Juan Goytisolo despierte entusiasmo y admiración entre la población marroquí se comprende bien. En Marruecos -tierra de exilio, fuente de inspiración y testigo directo durante más de treinta años de su grandeza literaria- se destaca de él no sólo su celebridad como escritor sino el haberse mostrado un ciudadano más entre los musulmanes, con un profundo respeto hacia la confesión islámica y hacia los pueblos árabes-musulmanes en general.

Sólo hay que echar un vistazo al caudal de ensayos, artículos, libros escritos sobre el Magreb, Oriente Medio y África, geografías a las que Goytisolo les devolvió la dignidad robada durante los procesos coloniales. Goytisolo no fue un simple inquilino en el país magrebí, de los pocos expatriados que han sabido integrarse desde el corazón, aprendiendo su lengua, el dariya (un dialecto del árabe clásico), y viviendo como los demás. 

VIDA MODESTA EN LA MEDINA

"Vivió modestamente en la medina de Marraquech junto con la que fue su familia; su amigo especial, el hijo de éste y el hijo del hermano de su amigo", comentó a El Periódico, Ibrahim Khatib, su traductor oficial en árabe desde 1986. Emocionado, aseguró: "se nos ha ido un símbolo de la relación entre España y Marruecos" , porque Goytisolo amaba Marruecos y, en especial, Marraquech y la plaza de Jamma el-Fna, su rincón de asueto.

Se movía en este ambiente popular, tomando cafés y tés en la plaza histórica que él mismo impulsó para convertirla en patrimonio de la humanidad como terminó por declarar la UNESCO. Una parte de él permanecerá siempre entre los contadores de cuentos, los aguadores, los encantadores de serpientes y los adiestradores de monos, la estampa típica de Jamma el-Fna. El traductor Ibrahim le vio por última vez el pasado mes de noviembre en su casa. Goytisolo estaba encamado, muy enfermo y apenas podía hablar. "Pero sí entendí bien cuando me dijo: llevo nueve meses sin escribir", comentó Ibrahim.

Renunció al sensacionalismo en sus escritos y a la opulencia merecida por su impresionante trabajo literario en los años 50 y 60 que le convirtió en uno e los mejores escritores españoles del siglo XX. Siempre quiso estar cerca de los más pobres, de las minorías y de los excluidos socialmente.

ESCRITOR COMPROMETIDO

Quizás por todo ello, la figura de Goytisolo ha quedado dibujada en la imagen colectiva marroquí como un símbolo de la justicia social, la igualdad y de la defensa de otras civilizaciones más allá de la civilización judeo-cristiana. "Fue muy crítico con Occidente como se puede observar en sus trabajos de los años 60 y en la serie de televisión de 'Alquibla' y eso escocía en España" comentó esta vez, Nabil Driuch, el traductor de Goytisolo para 'Fronteras de cristal', una colección publicada en 2007 de escritos en el diario El País sobre la guerra de Irak, el conflicto palestino-israelí y la inmigración.

En las manos del entonces joven traductor -Nabil tenía 27 años- cayó la obra del escritor español como un lingote de oro. "Empezar la carrera profesional con los trabajos de Goytisolo -comentó Driuch- me llenó de orgullo". Y añadió: "Fue el único español que entendió la cultura arabo-musulmana".