NOVEDAD EDITORIAL

Antonio Orejudo: "La vida no tiene mucho argumento"

El escritor madrileño Antonio Orejudo, en un hotel de Barcelona.

El escritor madrileño Antonio Orejudo, en un hotel de Barcelona. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Siempre es muy difícil clasificar las novelas de Antonio Orejudo (Madrid, 1963), un escritor que debería ser reconocido como uno de los más originales de la novelística española actual, porque sus obras parecen a apuntar hacia una dirección y a medio camino y sin apenas darnos cuenta empiezan a mutar (no una sino varias veces) hasta llevarnos a un lugar desconocido y todo ello con la más absoluta ligereza. Su literatura es divertida, o más que eso, alegre, desenfadada sin que ello le impida hablar de temas muy serios y severos. Con 'Los Cinco y yo' (Tusquets) ha rizado el rizo. Lo que empieza como una memoria o relato de formación personal acaba transformado en un juego de cajas chinas en el que la ficción se convierte en algo tan real como la vida y la vida, en una pura fantasía. Y todo a la salud de aquella señora británica un tanto apolillada, Enid Blyton, que en la España de los 70 abrió la puerta de la literatura a la generación del 'baby boom' dándole una de sus señas de identidad.

El libro muestra bien el deslumbramiento que las novelas de Enid Blyton le produjeron de niño. De hecho, no era consciente de que estaba leyendo, yo vivía en aquellas novelas. Acababa aquellos libros extenuado como si me hubiera metido en todas las cuevas y perseguido a todos los criminales. No es muy distinto de lo que muchos adolescentes experimentan hoy con los videojuegos.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"'Las novelas de Blyton\u00a0","text":"'Las novelas de Blyton\u00a0me dejaban extenuado como si me hubiera metido en todas las cuevas y perseguido a todos los criminales\"\u00a0"}}Es una manera muy quijotesca de leer, creerse de verdad lo que está en el papel. Sí, pero eso se evapora enseguida. Con el tiempo empiezas a tener consciencia de que existe un autor y acabas incluso queriendo convertirte en uno. Fue entonces cuando empecé a preguntarme qué habría sido de aquellos chicos, y evocar la misma sensación que sientes cuando te encuentras a un antiguo compañero de colegio.

Leer a los Cinco es probablemente uno de los pocos placeres de los nacidos en los 60 que sus hermanos mayores no gozaron. Lo dice en su novela. Ellos leían más a Verne y a Salgari. A mí me costaba y era difícil que me pudiera identificar con Sandokan. Después de leer a Blyton lo siguiente era pedirle a mi madre pastel de carne o preguntarle qué era la cerveza de jengibre.

Que sonaba a cosa prohibida y en realidad era 'ginger ale'. Pues de eso también va la novela, de pensar que las cosas no son tan guays como creíamos.

Todavía se le puede reconocer en la foto de la portada, con doce años en lo alto de un tobogán con los amigos. Tres de ellos, y somos seis, murieron de sobredosis en los 80.

Es sobrecogedor. Y un dato más de cómo las aventuras infantiles pueden convertirse en tragedia. En cierta forma paso lista a mi generación, que es la generación que acabó enganchádose a la heroína, y explico su trayectoria. De la misma manera cuento cómo crecieron los Cinco. El esquema de aquellas novelas era el de unos niños enfrentados a un desorden –los contrabandistas, los maleantes- que ayudaban a reeestablecer el orden capturando a los malos. Mi idea es que cuando hacemos balance acabamos dándonos cuenta de que el mal no está fuera de nosotros. Ese también es el tema del libro. Los Cinco cuando se hacen mayores descubren que los malos son ellos.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Los Cinco cuando\u00a0","text":"\"Los Cinco cuando\u00a0se hacen mayores acaban descubriendo que los malos son ellos\"\u00a0"}}También hay un curioso juego entre ficción y realidad, un tema que es 100% Orejudo. Yo acabo convirtiéndome en personaje y yéndome con los Cinco de paseo por Almería, que es donde vivo. La literatura es el único lugar donde se cumplen los sueños. Ya que no puedo hacerlo en la realidad, me invento una novela.

Y también una Enid Blyton Fundation que promueve tesis universitarias sobre la autora. Aunque en la realidad esta fuera muy despreciada por su escasa calidad literaria en los sectores más académicos. Y también por sexista y racista, con un interés perpetuo por el dinero, algo que yo no percibía de niño. Ahora he vuelto a leer algunos de aquellos libros y es una experiencia sobrecogedora. ¿En manos de quién estábamos de niños? Y no hemos salido tan mal del todo.

Se ríe del fetichismo literario. Me invento que existen una serie de localizaciones a las que los blytonianos acuden religiosamente en el llamado Five Day. Es una pequeña burla a ese fetichismo que aplicado a Joyce tiene mucho prestigio, porque nadie se burla de unos adultos disfrazados que hagan la ruta del Bloomsday.

En la novela hay un juego especular, está glosando una novela sobre los Cinco que en realidad ha escrito su buen amigo Rafael Reig. Pero el lector no acaba de saber al final si lo que se cuenta está dentro de ese libro o en la realidad. Me gusta especialmente esa perplejidad, no estar nunca muy seguro de si lo que ocurre es real o no.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Cuando cumples los 50,\u00a0","text":"\"Cuando cumples los 50,\u00a0da igual que hayas hecho fortuna o que seas feliz en tu matrimonio, siempre tienes la sensaci\u00f3n de que te has equivocado\""}}¿Cómo se ha tomado Reig que le convierta en personaje? El siempre lee lo que yo escribo. Le llevé la novela a Cercedilla, un pueblo de Madrid, donde ejerce como librero, y al parecer hizo una lectura rápida solo para ver qué es lo que dice de mí este tío. Luego la leyó más profundamente y fue muy generoso conmigo, como siempre. Pero en fin, el Reig de la novela tiene muy poco que ver con la realidad, porque la vida no tiene mucho argumento. Parece que ha sido escrita por un autor de tercera.

¿Por qué el Antonio Orejudo de su novela tiene una sensación de fracaso? Tengo una amiga que suele decir que cuando uno cumple 50 años, da igual que hayas hecho fortuna o que sea, feliz en tu matrimonio, siempre tienes la sensación de que te has equivocado. Y a ese Antonio Orejudo del libro que tiene mi misma edad le ocurre eso. Me apetecía que renunciara a las letras como respuesta a esa consideración sacerdotal de la literatura como templo. Estoy convencido de que se puede dejar de escribir y ser feliz.

Pero la infelicidad siempre ha sido más productiva literariamente. Muchas veces me pregunto si hubiéramos disfrutado tanto con la literatura si hubiéramos estado realmente satisfechos con nuestra vida. No ya a los 50, sino a los 12. Quizá yo disfrutaba como un animal con los Cinco porque estaba muy insatisfecho con mi propia vida porque tenía una madre que me sobreprotegía y no me dejaba irme en un bote a una isla desierta. Porque me obligaba a hacer tres horas de digestión antes de meterme en el agua.Yo solo quería zambullirme (un verbo que aprendí en las novelas de Blyton). Por eso me pregunto  si la dedicación a la literatura, ya se sea escritor o lector, no tiene alguna relación con la frustración vital.