CRÓNICA DE CONCIERTO
Dos caras de un gran Piotr Beczala
El tenor polaco conquistó a un Palau con solo la mitad del aforo con el 'Diechterliebe' de Schumann y grandes 'hits' operísticos
César López Rosell
Periodista
CÉSAR LÓPEZ ROSELL
Hace solo tres semanas, Juan Diego Flórez llenaba el Palau a pesar de sus reiteradas visitas a Barcelona. En cambio, el debut en el recinto modenista del polaco Piotr Beczala, uno de los grandes tenores liricos del circuito, triunfador con 'Werther' en el Liceu, apenas convocó a la mitad del aforo. Y ello sucedió con una ambiciosa propuesta en la que el cantante, acompañado al piano por un magistral Helmut Deutsch, interpretó el ciclo completo de 'Diechterliebe' (Amor de poeta) de Schumann, una de las cumbres del repertorio liederistico romántico, y algunos de los 'hits' operísticos de su repertorio. Un maridaje programático que no acabó de lograr el reclamo que merecía, ni de los amantes de la canción alemana, que no siempre aceptan estos giros, ni de los que deseaban solo un 'tour de force' con las piezas que han encumbrado a Beczala en los escenarios.
El tenor se plegó a la demanda de combinar diferentes repertorios, aunque los bravos llegaron solo en la segunda parte con sus exigentes clásicos operísticos. Nada sorprendente, porque gran parte de los espectadores habían acudido a oírle en este registro más mayoritario, aunque en la sala hubiera también amantes de la delicadeza y expresividad poética del 'lied'. El cantante polaco demostró, en todo caso, su versatilidad y acabó siendo reiteradamente aclamado, hasta el punto de tener que ofrecer cuatro propinas, en las que incluyó una canción de su compatriota Miczyslaw Karlowicz y otra de Richard Strauss exquisitamente interpretadas, una desbordante 'Recondita armonia' de 'Tosca' y la napolitana 'Core ingrato'.
ESPERANZA Y DRAMATISMO
El recital mostró las dos caras de un tenor lírico que volvió a exhibir la belleza y homogeneidad de su luminoso timbre y un fraseo de primera, explotado al máximo en los 'lieder'. En su viaje por el sentimiento amoroso, expresado por la música de Schumann a partir de los poemas de Heinrich Heine, desgranó con rigor estilistico los diferentes estados de ánimo que refleja el ciclo. Quizá muy pendiente de la correcta emisión de unas piezas que requieren una sensibilidad y un dominio de los matices excepcionales, le faltó un punto de expresividad a la hora de transmitir, pero nada impidió que llegaran con fuerza a la sala los momentos de esperanza o el dramatismo del amor perdido de 'Ich grolle nicht' o la nostagia y el dolor de 'Hör ich das Liech klinguen'.
En un brusco cambio, el artista pasó de la introspección a la explosividad de piezas como 'Matinatta' de Leoncavallo o la célebre aria 'Dei miei bolleti spiriti', de 'La traviata'. Con el Palau caldeado, Beczala repitió su vitoreada 'Pourqoui me reveiller', pieza que tuvo que bisar en el Liceu en las representaciones de 'Werther'. La pasión de Romeo por Julieta expresada en 'Ah, lève toi soleil!' provocó el delirio, que se prolongó con el aria de la flor de 'Carmen' y una impactante 'E lucevan le stelle' de 'Tosca', con la que completó un viaje cargado de romanticismo.
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