ESTRENO EN LA VILLARROEL

Una madre atrapada en su nido vacío

Emma Vilarasau se vacía en 'La mare' como una mujer, de vida familiar finiquitada, que se desploma en un pozo vital sin fondo

LA MARE

LA MARE / periodico

JOSÉ CARLOS SORRIBES

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Novelista y dramaturgo, Florian Zeller es un nombre relevante en la autoría teatral francesa de la que Yasmine Reza ('Arte', 'Un dios salvaje') ejerce de puntal incuestionable. Zeller parece caminar por la misma vía que su colega en lo que respecta a su arraigo barcelonés. Ahí es nada que en una misma temporada se estrenen dos textos suyos en escenarios como el Romea ('El padre') y La Villarroel ('La mare'). Los títulos ya nos ponen sobre la pista de ese entorno familiar que tan fecundo es para la escritura teatral.

Del 2012 data la "farsa trágica" (palabras de Zoeller) de 'El padre', la obra que abrió la temporada del Romea con un gran Héctor Alterio como gancho al encarnar a un anciano víctima de la pérdida de realidad y confusión que provoca el alzhéimer. Dos años antes se estrenó la pieza que ha llegado ahora a La Villarroel, en una producción de Focus. De nuevo, y con una estructura dramatúrgica similar, un personaje atrapado en un callejón vital, víctima en este caso del síndrome del nido vacío.

Anne (Emma Vilarasau) es una mujer que no tiene proyecto vital y sí mucha rabia acumulada. Ha volcado toda su existencia en la familia, pero sus dos hijos ya se han independizado y su marido no solo no le dedica atención, sino que la engaña. O eso nos imaginamos, como la propia protagonista. Es 'La mare' una obra que abre muchas puertas al espectador y ofrece escasas salidas.

UN ROMPECABEZAS EMOCIONAL

Ya desde el inicio, con el escenario a oscuras, se siente el arrebato delirante. Atiborrada de antidepresivos y alcohol se arrastra la protagonista bajo una desesperación que nunca la abandonará. La puesta en escena de Andrés Lima, que fue el timonel de la compañía Animalario, la escenografía y la iluminación buscan realzar siempre el deambular desnortado de Anne, en ocasiones con un efectismo demasiado subrayado. Juegan el texto y la dirección con la ambigüedad porque plantean un juego de muñecas rusas alrededor de un desplome existencial, aliviado con gotas de humor negro. La repetición de escenas, con ópticas distintas, se revela como un recurso peligrosamente reiterativo para construir el rompecabezas emocional.

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'La mare' nunca oculta su vocación por el exceso, propio de la pulsión del texto, en la puesta en escena y en el trabajo de Vilarasau. Es este un papel a su medida en el sentido de su capacidad más que demostrada para exhibir un rosario de emociones al límite. La actriz se vacía con unos compañeros de reparto -Pep Pla (el marido Pierre), Òscar Castellví (el hijo Nicolas) y Ester Cort (Elodie, la novia del hijo- que tienen roles de puro acompañamiento, pero con la complejidad de danzar siempre al ritmo de la desbocada Anne. Tanto lo está que llega a sentir un amor enfermizo, rayano en lo incestuoso, por su hijo. Y es que no falta de nada en este descenso a los infiernos de la protagonista en un montaje que persigue convocar sin rodeos a los fans de Emma Vilarasau.