Gonzalo Pontón: "Intento cargarme el mito de la ilustración"

'La lucha por la desigualdad' recuerda que la desigualdad del capitalismo hunde sus raíces en el siglo XVIII

El editor e historiador Gonzalo Pontón.

El editor e historiador Gonzalo Pontón. / RICARD CUGAT

ERNEST ALÓS / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Qué tienen en común una historia del siglo XVIII, como ‘La lucha por la desigualdad’ de Gonzalo Pontón (Pasado & Presente) y otra del XX, como ‘El siglo de la revolución’ de Josep Fontana, además de la relación maestro-discípulo y durante años editor-editado entre ambos?  “El crecimiento de la desigualdad inherente al capitalismo” es, como en el caso del libro de Fontana, el objeto del análisis de Pontón. Precisar, en el aspecto material, cómo ese siglo de crecimiento europeo no mejoró, sino al contrario, las condiciones de vida. Y en el cultural, cómo los pensadores de la Ilustración, dice Pontón, dieron cobertura intelectual a la burguesía y “nunca quisieron ser redentores del mundo ni amigos de los pobres y los desgraciados, a los que despreciaban y les daban un asco horrible”. “Intento cargarme el mito de la Ilustración”, resume.

“La intencionalidad de mi libro es establecer un vínculo entre el avatar del capitalismo propio del siglo XVIII y el avatar del capitalismo propio de nuestros días, a través del hilo conductor de la burguesía”, plantea Pontón, que recuperó su nunca escrita tesis doctoral sobre la formación de la clase obrera en Catalunya, dirigida por Fontana hace décadas, durante los dos años de inactividad en el sector editorial obligados por contrato tras salir de Planeta y los cinco que lleva como editor de su nuevo sello Pasado & Presente. “La desigualdad brutal no se detiene nunca, salvo en los breves instante de miedo del capitalismo tras la Comuna de París y la Revolución rusa y en la edad dorada del capitalismo, entre 1945 y 1973. Pero a partir de entonces los trabajadores van encontrándose de nuevo frente a la verdadera cara del capitalismo; que no es una ONG, es un sistema que está basado en la desigualdad en el que es necesario que uno gane poco dinero para que otro gane mucho”. 

Pero aunque se enmarque en ese proceso general, Ponton ha escrito sobre el siglo XVIII, las primeras fases de la revolución industrial, que Pontón resume así: “Es la  época en la que nace un nuevo avatar del capitalismo, que hasta entonces había sido comercial. Se desencadena una especie de revolución capitalista en el campo, que convierte las zonas comunales en granjas orientadas al comercio, industrializadas y expulsa a 1,2 millones de familias campesinas hacia las ciudades donde se está rompiendo además el sistema gremial y se dispone así de la mano de obra necesaria para crear las manufacturas que darán un nuevo empuje al comercio, que será global”.

La manufactura del algodón es la versión más depurada del nuevo modelo. “Hacen una cosa que es muy inteligente –enumera Pontón-, primero prueban con los hombres, pero son caros y molestos, después pasan a utilizar para hilar las mujeres y los niños, que cobran menos, y después lo complementan utilizando máquinas que puedan ser utilizadas con poca fuerza. Y pelan a los hiladores y tejedores  indios, y utilizan a esclavos negros en las plantaciones americanas. Hacen con el algodón lo mismo que hacían con la lana en la edad media pero extremando la explotación”.

LAS LUCES Y LOS SALONES

Según Pontón, “los intelectuales del siglo XVIII entendieron perfectamente en qué consistía el capitalismo y no se esconden de ello. Emprendo una desmitificación a fondo de la ilustración. Nunca creyeron en la libertad, la igualdad y la fraternidad.  Manifiestan una profunda repugnancia por las clases populares, Voltaire en nuestro imaginario falso es el príncipe debelador del clericalismo y la intolerancia, pero defendía que el 90% de la humanidad debía ser tratada como monos”.

Son los intelectuales que la burguesía necesitaba para dar un cuerpo teórico para su proyecto. “Crean un lenguaje específico de cara a la opinión pública: no puedes decir ‘os contrarán  por salarios de miseria, os moriréis de hambre y conseguiréis que se hagan ricos’, evidentemente crean todo un lenguaje, básicamente el del progreso”. Eso si hablamos de franceses e ingleses. Si pensamos en los los ilustrados españoles, ni eso. Dice de ellos Pontón: “Una caverna asquerosa”. Y si pensamos en hoy mismo… “es ese mensaje de que no hay otro camino, un lenguaje creado en el siglo XVIII que hemos perfeccionado”.