OTROS ESCENARIOS POSIBLES

De piedra, los que no cantan

La Asociación La Felpa del barrio de Gràcia acogió un inolvidable elenco de ilustres intervenciones alrededor de una formidable paella

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NANDO CRUZ / BARCELONA

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En la sede de la Asociación La Felpa de la calle Mozart ya no cabe nadie más. Es domingo al mediodía y no paran de entrar personas que abonan 15 euros y registran su nombre, apellido, DNI y firma en la entrada. Dentro del local, cuya altura permite a acoger ensayos de acróbatas, la gente se ha distribuido en semicírculo ante una inmensa paella. Pepe Rovira, protagonista de la película 'El taxista ful', se está echando unos cantes. Hoy ocurrirán muchísimas cosas inolvidables, pero nada será más conmovedor que oír, entre quejío y quejío de Rovira, el crepitar de la paella; sofriéndose segura, parsimoniosa, orgullosa.

Al mando de la ceremonia está el cineasta y activista valenciano Marc Sempere. Para él, la paella es la máxima expresión de la cultura popular, ya que por muy apegada que esté a una tradición culinaria, acepta cambios de ingredientes sin dejar de ser una paella. La gastronomía, como la música, es un tesoro preservado y modificado por tradición oral. Y una práctica en la que siempre fueron bienvenidos los aficionados. Por todo ello, el plan la jornada es tan modesto y tan osado en este mundo de profesionales como reunirse para comer y cantar. El ritual de comer y cantar, en 2017.

Bueno, había otra excusa: informar de los avances del documental sobre Niño de Elche que está rodando Sempere y financiar con la taquilla un pedazo más de la filmación. El cantaor debería ser uno de los aquí presentes, pero le han cancelado el vuelo y está tirado en Amsterdam. Llegará más tarde.

POLÍTICOS, POETAS, ACTRICES

El poeta valenciano Héctor Arnau acaba de editar el disco '40 años de éxitos del posfranquismo español' de su grupo Las Víctimas Civiles. Se arrodilla ante la paella y recita con un micrófono que su vozarrón indómito no necesitaría. Ahí delante está la tinent d'alcalde Gala Pin, cómplice y seguidora del declamador de Russafa. Por ahí anda también la actriz Agnès Mateus, que interpretará 'Les transformacions', una canción que aprendió de su padre. También está Nova, la cantante indonesia del proyecto electrónico Filastine. Ella aporta al ritual una canción de su país que interpretaba su bisabuelo, de oficio curandero. Los encuentros en familia tienden a evocar recuerdos familiares.

El tomate, los pimientos, las judías, los ajos, el pollo troceado… Sempere aprovecha cada pausa para colar cuñas culinarias. La cantante Maria Arnal se alía con Arnau en 'Canción total'. Ya es un punto álgido de sus conciertos con Marcel Bagés, aunque su título real es 'Heteronorma y relaciones de poder en la época de las representaciones del capitalismo posfordista'. Da igual cómo se llame. El día que te veas empujado a tararear su estribillo, ese que dice "miedo ensordecedor y aburrimiento", ya no la olvidas. La de Badalona también se une a Sempere para fundirse ante un solo micrófono, como un matrimonio feliz que celebra sus bodas de plata. "Jo sols vull, l'alegria cotidiana de viure", cantan.

Maria Arnal tiene un sincero interés en que cante cualquiera, aunque sea por primera vez en su vida. La primera vez de Maria Arnal fue así: jamás había sospechado que tenía voz y podía cantar en público. Pero brotó aquella voz de su garganta y desde entonces no ha dejado de provocar temblores y detener el tiempo. El rapero cántabro Émbolo es de otra tribu, pero también se arrima al  fuego y lanza la consigna para la nueva temporada: "2017, deja la guarnición y coge el filete". También anda por aquí Martí Sales, poeta y punkaire. Acaba de publicar 'La cremallera', poema narrativo a tumba abierta, y recita un fragmento que culmina con una catarata de arroz derramada sobre su silvestre cabellera.

El arroz, el caldo, la sal… La paella entra en fase de cocción mientras la liturgia pagana sigue incorporando protagonistas. Dos hermanos mellizos de diez años, Ícar y Amanda, recitan un poema de Joan Maragall. Dos niñas de cinco, Nur y Margot, gritan uno de Rafael Alberti: "¡Yo nunca seré piedra! ¡Lloraré cuando haga falta! ¡De piedra, los que no lloran! ¡De piedra, los que no gritan! ¡De piedra, los que no ríen! ¡De piedra, los que no cantan!". Esta última frase se convierte sin pretenderlo en el conjuro definitivo del domingo.

110 RACIONES

La Felpa no es una galería de arte, ni una sala de conciertos, ni un taller, ni un local de ensayo, ni una fábrica de creación ni un espacio de coworking desde antes de que existiese la palabra. Es una cochera multiusos, un huerto cultural que hoy adquiere aspecto de restaurante para banquetes, refugio de liturgias paganas y sede de asociación de vecinos. Es hora de comer. Se forma la cola. Sales y Agnés enrollan y reparten cubiertos. Sempere y Arnal sirven 110 platos de paella. Antes, ensalada con granada. Después, pastel de chocolate. La gente se distribuye por las mesas. Surgen decenas de conversaciones.

Martí Sales lo ve claro. Esto hay que llevarlo de gira. Sería una Rolling Thunder Paella en la que habría unos cuantos artistas fijos y otros cuantos que se sumarían en cada lugar donde hiciese parada. ¡Ojalá! El formato interesa: solo se ha invitado a los más allegados y se ha apuntado el triple de gente de la que se ve cada semana en muchísimos bares y salas. Y, además, en contextos así estallan en mil pedazos las rutina y formalismos de un concierto. La música y la cocina recuperan su naturaleza casera. Sin expertos, sin reglas. En familia.

Ah, al final Niño de Elche llegó. Hacia las cinco de la tarde. No cantó ni bingo, pero, eh, tampoco era el protagonista de la convocatoria. La paella era el centro de atención: la paella y todo lo que surgió a su alrededor.