Raperos en el banquillo

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NANDO CRUZ / BARCELONA

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Esto parece una escena de película policiaca. Y lo es, pero también es real. La narración es de María Elena López Dafonte. "El 8 de noviembre recibí una llamada de mi hijo desde Ourense. Me dijo: 'No te asustes pero al salir de casa me estaban esperando tres policías vestidos de paisano. Me han parado, me han preguntado si tenía el móvil para requisármelo y me han entregado una citación. Tengo que presentarme en la Audiencia Nacional el 17 de noviembre'".

Su hijo se llama Saúl Jorge López y forma parte del colectivo de raperos La Insurgencia, donde utiliza el alias Shahid. "Lo debían de tener vigilado porque él está censado en Vigo y a mi casa no vinieron a preguntar", explica su madre, directora de un instituto de educación secundaria. "Me esperaron en el portal, me siguieron 50 metros, me sacaron la placa y me llevaron a un coche de la secreta a pedirme el DNI y darme la citación", corrobora Saúl. Al volver de la universidad se enteró de que a los 13 miembros del colectivo les había pasado lo mismo. "A todos menos a Siker, de Ibiza, que es menor de edad", especifica.

Gorka, de A Coruña, lo interceptaron cuando sacó a pasear al perro a primera hora de la mañana. A Nyto, de Santiago, le requisaron el móvil, pero al llegar a casa avisó por Facebook al resto. A Lokutor lo fueron a visitar a las Canarias. Leszno, Elgio, Sine, Pipe Díaz, Oliver Botana, Komu, Eshôj Ekirne... Los citaron a todos en Madrid, pero ninguno supo el motivo. Se les citaba como investigados, pero no se les comunicaba sobre qué asunto. A la rapera Inessa sí le dieron esa información. Se negó a recoger la citación si no le explicaban el motivo. Y el motivo era serio: "Presuntos delitos de incitación al odio contra instituciones del Estado, apología del terrorismo y asociación ilícita".

CULTURA REVOLUCIONARIA

El 17 de noviembre se presentaron en Madrid. No declararon nada por consejo de su abogado, pero aprovecharon para verse las caras, ya que hasta ese día muchos solo se conocían por Facebook. La presunta asociación ilícita solo comparte canal de Youtube. E ideales: "Fomentar el internacionalismo, difundir y expandir la cultura revolucionaria, y elevar el nivel de conciencia de las masas trabajadoras". Ahora también comparten causa penal. "Yo estoy alucinando", dice la madre de Shahid. Su hijo, no tanto: "Soy consciente de dónde vivo y sé que si cantas ciertas cosas te acaban jodiendo. No pensaba en la cárcel, pero sí en que pudiera haber represalias", responde desde el móvil de su novia. Ya no sale de casa con el suyo por temor a un nuevo encontronazo con la policía.

Saúl estudia primero de Educación Social. Cuando le preguntas dónde se ha formado políticamente, habla de su familia: "Mi madre me llevó a 'manifas' de la guerra de Irak". También habla del barrio obrero de Coia: "Siempre vi luchas de vecinos y sindicales de la fábrica de Citröen. Una vez querían edificar en un espacio verde y se pincharon las ruedas de las máquinas", recuerda. También habla de la Parroquia del Cristo da Victoria: "Todas estas luchas salen de la iglesia del barrio". Y también habla del rap. "Yo no escucho rap vacío", aclara.

El rap se está convirtiendo en un filón para la Fiscalía del Estado a la hora de aplicar la llamada 'ley mordaza'. "El rap reivindica cosas que no reivindican otros géneros y ninguno tiene tanta pegada en chavales de 16 a 20 años", asegura Shahid. Y sí, empiezan a acumularse expedientes de raperos en la Audiencia Nacional. El leridano Pablo Hasél, el mallorquín Valtonyk y los granadinos Ayax y Prok son los casos más conocidos de esta joven hornada, pero no los únicos: Cíniko, Volk GZ y Adam Molotov también tienen contenciosos con la justicia. Y luego está el veterano César Strawberry, recién condenado por el Tribunal SupremoCésar Strawberry.

¿A LA CÁRCEL O NO?

Con La Insurgencia la presión contra el rap salta a un nuevo nivel, ya que se les acusa de asociación ilícita y eso puede implicar penas mayores de cárcel. El sumario aún no se ha hecho público, así que habría que bucear en decenas y decenas de canciones en busca de letras susceptibles de incitar al odio contra las instituciones o hacer apología del terrorismo. ¿Será 'No votes, ¡lucha!', 'Se llama autodefensa', 'Capitalismo atroz' o 'Descarga la metralla'? "Aquí el debate no es si estás de acuerdo con las letras o no. El debate es: ¿estás de acuerdo con que se encarcele a alguien por decir algo o no?", finta Shahid.

Su madre dice tener "muchísimo miedo". Aunque discrepa de algunas de las cosas que rapea su hijo, considera "una aberración que cantar, escribir un libro o hacer poemas pueda ser delito penal". "Cuando mi hijo me dice que esto no es una democracia, siempre se lo discuto. Pero ahora ya no sé qué decirle", reflexiona. Hasta hace cuatro días era una madre ajena al mundo del rap. Hoy ya es un poco experta: "En los medios más alternativos de internet cada día salen más casos como estos. Y, claro, empiezas a abrir los ojos. Lo que más me joroba es que en muchas cosas tengo que acabar dando la razón a mi hijo".

LA MÚSICA DEL BARRIO

El rap es la música más conectada con la calle, la más sensible al devenir del barrio. Por todo ello, su discurso es más crítico y su lenguaje, más brusco. "Hay una nueva generación de chavales como Ayax y Prok o La Insurgencia que hablan de juntarse en la calle, de organizarse, de solidaridad. No es solo soltar frases brutas. Se trata también de explicar que hay un problema y proponer soluciones. Y eso es lo que teme el Estado, supongo", teoriza Shahid.

La Insurgencia, en tanto que colectivo de jóvenes, es un perfecto ejemplo su generación. "Nyto trabaja en un McDonalds y Oliver Botana, en otra cadena de comida basura. Eshôj trabaja tres meses al año recogiendo oliva y Lokutor vive de lo que planta en su casa de Canarias", enumera. Los que no están en paro, estudian. La madre de Shahid ve desde el instituto que "la sociedad ha abocado a la juventud a una situación desesperada y dejar a la gente en la cuneta y sin futuro es un polvorín". Por eso resalta que la mayoría de canciones de su hijo "denuncian situaciones de precariedad. En el barrio hubo mucho problema de droga en los 80 y ahora repunta. Una de las más recientes anima a los chavales a no drogarse. El AMPA de su instituto la publicó en su web".

200 EUROS EN LA CUENTA

El juicio puede tardar un año o más en resolverse. Mientras, la cuenta corriente que Shahid y Pipe abrieron para guardar lo que sacaban vendiendo maquetas puede ser vista hoy como fuente de financiación de su sociedad ilícita. "Habrá 100 o 200 euros", calcula Saúl. Porque, a todo esto, La Insurgencia es un colectivo de raperos apenas conocidos. Su canal de Youtube tiene unos 2.500 suscriptores. Miseria. Ninguno vive del rap. A lo sumo actúan cada tres meses. Su amistad con Pablo Hasél puede haber llamado la atención de la Fiscalía sobre este marginal colectivo. Pero ya están organizando la 'Gira por la Libertad de Expresión' y les han salido ocho fechas sin apenas esfuerzo. Ah, y por primera vez saldrán juntos de gira. La Fiscalía les está dando alas.

A estas alturas, su intención es "que se expanda la reivindicación de que  hay gente, sean raperos o titiriteros, a punto de entrar en la cárcel por hacer arte", explica Shahid. Los raperos Ayax y Prok tienen un verso sobre este tema: "La libertad de expresión siempre tuvo un límite / Ese límite siempre lo decidió la élite". Mientras la Fiscalía trabaja, el rapero catalán Adam Molotov, denunciado por los Mossos de Esquadra debido a comentarios ofensivos sobre la muerte de un agente, ya se ha integrado en La Insurgencia. Y el colectivo ha subido seis canciones más en las últimas semanas. "Seguiremos hasta que nos 'chapen' el canal de Youtube. Y si lo 'chapan', abriremos otro", asegura Saúl.