ENTREVISTA

Toti Soler: "Se habla de construir un país, pero estamos americanizados"

El guitarrista conmemora sus "más de 50 años" en la música con un disco, 'Transparències', que presenta en el teatro de Sarrià

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JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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La AIE le ha distinguido por sus “más de 50 años” de carrera y la celebración se solapa con un nuevo disco, ‘Transparències’. Es Toti Soler, uno de los músicos más importantes de este país, que actuará este jueves en el teatro de Sarrià (21.00 horas) con cómplices como Gemma Humet y el actor Joan Massotkleiner.

¿Más de 50 años? Bueno, son casi 52. Comencé a tocar en 1965, a los 15 años, con el grupo Els Xerracs. Ahí me encargué del bajo eléctrico. Yo estudiaba guitarra en el conservatorio, pero me salió esa oportunidad y la aproveché.

De ahí a Brenner’s Folk, es decir, Pic-Nic. Al principio se llamaba Vytas Brenner Quartet, por su líder, un gran artista, ya fallecido. Un buen día se presentó una niña en uniforme del colegio: Jeanette. La incorporamos en seguida y la discográfica nos puso el nombre de Pic-Nic. Fuimos número uno en ventas en España y varios países latinoamericanos.

Con ‘Cállate niña’. Tenía 17 años. Debió de pensar: “¡triunfar en el pop es fácil!”. Claro. ¡La gente chillaba al vernos como si fuéramos los Beatles! Pero luego vimos la realidad de la música comercial, y decidí que no quería dedicarme a eso. Mi familia estaba llena de músicos clásicos y yo quería seguir esa línea y tocar jazz y música de calidad.

Formó Om, que se estrenó arropando a Maria del Mar Bonet en el sencillo de ‘Jo em donaria a qui em volgués’, un tanto psicodélico. Nos divertimos mucho. Yo tocaba guitarra eléctrica, acústica y clásica, y ukelele, banjo… Cuando eres jovencito te atreves con todo. A Maria del Mar siempre le han gustado mucho mis primeras canciones, ha cantado varias de ellas y le estoy muy agradecido. Y Om nació como un conjunto para acompañar a cantantes.

Como a Pau Riba en ‘Dioptria’. Vino a la grabación con Maria del Mar, le gustó y nos propuso hacer su disco. Solo hicimos el primer volumen. Canciones muy bonitas. Pau es un gran letrista.

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Pero llegó un momento, pronto, en que decidió tomar distancias con la guitarra eléctrica y el mundo pop. ¿Qué ocurrió? Comencé a aficionarme a la guitarra flamenca y vi que podía iniciar otro estilo, o continuar el que ya tenía dentro. El álbum ‘El gat blanc’ fue el inicio de esa línea medio aflamencada, que no flamenca, que quede claro: yo he tocado mucho por Andalucía, noches enteras tocando bulerías en fiestas, pero no soy un guitarrista flamenco. Considero que para eso se tiene que nacer.

¿Hay una música mediterránea en la que las tradiciones andaluza o catalana están más cerca de lo que parece? Claro, el Mediterráneo durante siglos era el centro del mundo y hay muchas músicas emparentadas. Las canciones napolitanas son clavadas a las nuestras. Pero los napolitanos aman su canción, como los franceses, y nosotros le hemos dado la espalda. Es una lástima. Se habla de construir un país, pero estamos americanizados.

Ir a Morón de la Frontera a estudiar guitarra flamenca con Diego del Gastor, ¿le hizo ver la luz? En parte sí, pero se me apareció un reto: aprender esos ritmos, esa técnica, la uña, el rasgueo, el golpe… Pero vi que era factible incorporarlo a mi música. La pieza ‘Sardana flamenca’ es una forma de resumirlo.

¿Lo que llama ‘guitarra catalana’? Eso fue un invento del constructor de mi guitarra, suizo. Me pareció gracioso y lo adopté. Es un invento, pero todas las músicas lo son.

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En paralelo a su obra personal se convirtió en el brazo derecho de Ovidi Montllor. Un artista que me dejó total libertad. Yo, cuanta más libertad me dan, más puedo dar, y cuanto más me atan, peor. Quizá su punto más álgido fue ‘Coral romput’, de Estellés, una preciosidad. Con Ovidi nos entendimos muchísimo. Éramos vecinos, me cortaba el pelo, íbamos juntos al fútbol, fue el padrino de mi hija…

Con el 20º aniversario de su muerte, el año pasado, descubrimos que hay un público joven que le venera. ¿Cómo lo vivió? Está muy bien que la gente joven haya descubierto que lo que decía era y sigue siendo interesante, y que se le reinterprete en la forma que sea. Para mí, el ‘año Ovidi’ no ha pasado: sigo tocando sus canciones. Aún me cuesta hablar de él, a veces se me hace un nudo en el estómago.

En ‘Transparències’, su 32º disco, retoma piezas de otros discos recientes. Cuando publiqué ‘Vida secreta’ (2005), estábamos todos muy asustados: era un disco lento, tranquilo, casi de meditación, y con los años se ha visto que es uno de los mejores que he hecho. Ahora he decidido reunir ese tipo de piezas, ‘transparencias’, a través de las cuales se ven los sentimientos y las emociones.

Piezas con silencios, pausas, lentitud… ¿Es ese ahora su ideal? Bueno, me hago mayor, tengo 67 años y vivo en un pueblo del Empordà de 50 habitantes, donde la vida es lenta y tranquila. Cada vez me adapto más a eso. Pocas notas. Cuando se corre mucho en la música, quizá en todo, no hay tiempo para sentirlo, para meterte dentro.

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