Cuando el futuro era retro

El 'look' galáctico que imaginaron la ciencia ficción y los diseñadores de los años 60 no se ha cumplido, pero ha dejado un imaginario que habla de los miedos y fantasías de una generación marcada por la carrera espacial y la guerra fría.    

1 METÁLICAFrançoise Hardy, vestida por Paco Rabanne.2  CON CASCOAsí preparó Cou-rrerrèges a Audrey Hepburn para el futuro.3 RAYADASLa colección que 'Star Trek' inspiró a Cardin.4 ESCAFANDRACourrè

1 METÁLICAFrançoise Hardy, vestida por Paco Rabanne.2 CON CASCOAsí preparó Cou-rrerrèges a Audrey Hepburn para el futuro.3 RAYADASLa colección que 'Star Trek' inspiró a Cardin.4 ESCAFANDRACourrè

NÚRIA MARRÓN

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Si Christian Dior fulminó la posguerra en 1947 con el festín de telas y glamur del New Look, André Courrèges puso fin en 1964 al 'termidor' de la elegancia lejana y encorsetada con una colección, 'Moon girl', que parecía recién salida de una estación espacial ye-yé. El diseñador francés, que tenía estudios de ingeniería y había sido piloto en la segunda guerra mundial, imaginó el futuro con sombreros-escafandra, faldas cortas y geométricas, metros y metros de vinilo y botas altísimas y sin tacón que inauguraron la llamada 'space age', a la que, por cierto, estaban invitadas las hijas de las clientas de 'monsieur' Dior. «Su ropa es tan hermosa que todo el mundo debería vestir de plateado, el plateado combina con todo», dijo Andy Warhol, que ya despuntaba como notario de la modernidad. Y lo cierto es que antes de que su cabellera tomara el tono de los tiempos, ya se había sumado al banquete galáctico la nueva guardia parisina: Paco Rabanne, con sus fantasías metálicas, y Pierre Cardin, que en 1967 despachó la colección 'Cosmocorps', también dicen que pellizcado por las utopías siderales de 'Star trek'.

El futuro, en efecto, se convirtió en el refugio de una generación marcada por la carrera espacial, los avances del Concorde y la ciencia ficción, pero también por el botón rojo de la guerra fría. Los silogismos en moda no siempre son lo que parecen. Y el consenso apunta a que, a pesar del puñetazo de optimismo de aquellas colecciones, en realidad cuajaron porque replicaron con euforia y consumismo al miedo al porvenir que flotaba en el aire. Algo que funciona desde hace 50 años.

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