FESTIVAL DE VERANO DE BCN

'El bon pare': el perfecto padre castrador

Lluís Soler y Teresa Vallicrosa disparan las risas en el Borràs con la comedia de David Plana

El bon pare

El bon pare / periodico

IMMA FERNÁNDEZ

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Ajeno a la máxima que Billy Wilder puso en boca de Joe E. Brown, Roger Denis, señor alcalde de una ciudad de provincias, se vanagloria de ser el padre perfecto. Tolerante, progre, dialogante… Abierto a tratar con su hija Ada sin tabús de cualquier tema, desde la primera regla a los aspirantes a yerno. Una hija a la que construye (o al menos así lo cree) su futuro proyectando sus propios deseos e ideales. Estudios de arquitectura, máster en Berlín... Hasta que un día, claro, el castillo de naipes se cae. El rey de la casa (y de la ciudad que controla desde su atalaya de diseño) se queda pasmado. Lo cuenta en el Teatre Borràs ‘El bon pare’, una divertida comedia que supone el regreso a escena de David Plana –autor y director de la obra-, y nos devuelve el lado cómico del gran Lluís Soler y de una hilarante Teresa Vallicrosa que dispara su estupenda vena humorística a golpe de los lingotazos de su personaje en la mejor escena de la obra. La frescura y vitalidad de Georgina Latre (Ada) y un Jaume Madaula (su novio, Paul), particularmente gracioso en su perfil de bobalicón en el duelo inicial con el arrogante Roger, completan el reparto de una pieza con todas las condiciones para seducir al gran público. Las risas están aseguradas.

 La dirección de Plana consigue que el ritmo no decaiga y la función fluya ágil con la sucesiva aparición de los personajes en la adinerada casa del alcalde (Sebastià Brossa firma la acertada escenografía). Empieza la función con el ‘buen padre’ descubriendo estupefacto un secreto de Ada que manchará el intachable currículo de la joven y salpicará la reputación de él. Hay que solucionar la papeleta, y ahí entra en escena el novio, que, por supuesto, no encaja en las altas expectativas del político para su hija. 

La llegada de Fanny (Villagrasa), la exmujer de Roger y madre de Ada, llevará la comedia a terrenos más desmadrados y a la vez interesantes cuando, copa a copa, ironía a ironía, va vomitando las verdades de la familia frente a ese perfecto padre castrador, de buenos modales, eso sí, que ve cómo su mundo se desmorona. Hay también una pincelada chejoviana de vacío existencial pero el retrato se queda en una entretenida y amable comedia, salpicada de réplicas ocurrentes y divertidas, servida en un buen montaje muy bien acogido en el Borràs, adonde regresará en septiembre.