Historias de 'Juego de tronos' (5): sacerdotes rojos, escotes y Ahura Mazda

SACERDOTISA MELISANDRE DE JUEGO DE TRONOS / periodico

Ernest Alós
Ernest AlósCoordinador de Opinión y Participación
Escribo, cuando puedo, sobre historia, literatura fantástica y de ciencia ficción, ornitología, lenguas, fotografía o historia de Barcelona
ERNEST ALÓS
Hoy pasamos de la Boda Roja a los Sacerdotes Rojos, en versión masculina, como Thoros de Mir, o femenina, la Melisandre de manos mágicas, servidora del dios de la luz, desencalladora de tramas y hacedora de ‘spoilers’ en potencia.
En su última visita a Barcelona, en el 2012, George R. R. Martin explicó que no había prestado tanta atención a la creación de las religiones del mundo de sus novelas como a otros aspectos. Y el escritor, que se ha definido como un católico decepcionado, un agnóstico o un ateo, ha sostenido en varias ocasiones que en su historia lo que cuenta no son tanto los dioses sino cómo la gente cree en ellos.
Sin embargo, a medida que la historia ha avanzado a más velocidad en la TV, ha ido ganando protagonismo un culto, el de los sacerdotes rojos seguidores del dios R’hllor. El Dios de la Luz que se enfrenta, aunque de forma más bien siniestra, a esa oscuridad llena de peligros y miedos y que enviará a un salvador llamado Azor Ahai (tras un primer intento fallido, diríamos que ya hay un firme candidato para encarnarlo).
El mismo Martin ha señalado que la inspiración detrás de este sistema de creencias (aunque lo de R'hllor suene a Lovecraft) nace del zoroastrismo, la antigua religión de los medos y los persas que adora como dios supremo a Ahura Mazda, en eterno combate con señor de las tinieblas Ahrimán, y en el maniqueísmo, que extremó aún más está visión dualista. En la actualidad, el zoroastrismo pervive en los 125.000 integrantes de la comunidad parsi, asentada especialmente en Bombay, adonde huyeron de la islamización de Irán y siguen entregando los cuerpos de sus fallecidos a los buitres en lo alto de la Torre del Silencio. No tienen sacerdotisas escotadas, sino sacerdotes vestidos de blanco y con velo, pero sus templos del fuego, 'darb-e mehr', aún acogen altares ardientes con una llama eterna (aunque los suyos son incruentos). Bien y Mal. Luz y oscuridad. Hielo y fuego.
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