HOLOCAUSTO

Cuando las cámaras entraron en Buchenwald

La experta Annette Wieviorka sigue, en '1945. Cómo el mundo descubrió el horror', los pasos de los primeros periodistas que, junto a las tropas aliadas, entraron en los campos de concentración nazis

Imagen tomada por el fotoperiodista Eric Schwab de supervivientes en el campo de concentración nazi de Buchenwald, después de la liberación.

Imagen tomada por el fotoperiodista Eric Schwab de supervivientes en el campo de concentración nazi de Buchenwald, después de la liberación. / periodico

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Era el 3 de abril de 1945 cuando, montados en el jeep que compartían, el periodista estadounidense Meyer Levin y el fotoreportero de France Presse Éric Schwab, ambos judíos, llegaron a la ciudad alemana de Ohrdruf y se cruzaron con lo que para ellos era aún un “espectáculo inédito”: “Cadáveres vivientes, esqueletos con el cráneo rapado y los ojos febriles hundidos en las órbitas”, vestidos con uniformes a rayas. Uno de ellos se les acercó y les guió por el campo donde habían estado prisioneros y les mostró un gran agujero lleno de cadáveres. “Hemos penetrado en el corazón tenebroso de Alemania. Hemos alcanzado la zona de los campos de la carnicería humana que los nazis, en su terror culpable, querían ocultarnos”, escribiría Levin. Schwab sabía que su madre había sido deportada a un campo como aquel, iba en su busca. La reconocida historiadora y especialista en el Holocausto Annette Wieviorka (1948) reconstruye los pasos de aquellos primeros testigos que descubrieron los campos junto a las tropas americanas que liberaron Buchenwald, en ‘1945. Cómo el mundo descubrió el horror’ (Taurus).

Luego llegarían a Buchenwald y Dachau , donde “horrorizados y estupefactos”, tuvieron una “visión digna del Bosco” ante unos 2.000 cadáveres en descomposición en unos 40 vagones de tren. Aunque Auschwitz simboliza hoy el horror nazi, aquella primavera fueron Ohrdruf, Buchenwald y Dachau los que abrieron los ojos al mundo y concentraron la atención de los medios. “Las imágenes -fotografías o películas- de Ohrdruf se difundieron profusamente en abril de 1945, sobre todo las de la visita al lugar que hicieron los generales estadounidenses Eisenhower, Bradley y Patton. Hoy cualquiera puede encontrarlas en internet”, explica por correo electrónico la autora. 

Patton vomitó, Eisenhower palideció y guardó silencio. Pero ambos quisieron que el mundo viera aquello y que sus soldados “supieran por qué luchaban”. Al llegar a Buchenwald, donde estuvo Jorge Semprún, vieron cómo los presos políticos, mayoritariamente comunistas, habían estado organizados en una resistencia interna y habían mantenido una jerarquía de mando sobre los reos comunes a pesar de estar sometidos a los SS. Fueron ellos, “los presos rojos, quienes organizaron una oficina de prensa y guiaron las visitas de numerosos periodistas, dando prioridad a aquello que resultaba más horrible”, señala Wieviorka, autora de ‘Auschwitz explicado a mi hija’. 

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LOS JUDÍOS

Sin embargo, ni Patton ni Eisenhower citaron el sufrimiento expreso de los judíos, difuminado en el horror general de los deportados. Aquello obsesionó a Levin toda su vida. “Levin y algunos más fueron conscientes del destino de los judíos. Pero ese conocimiento no se compartió entonces. La investigación histórica no se interesó realmente por la historia de los que entonces se llamaron ‘personas desplazadas’ -y que hoy llamaríamos inmigrantes- hasta hace muy pocos años”. De hecho, algunos, como Otto Frank (padre de Ana Frank), “veían que el destino de los judíos nada tenía de particular, eran simplemente víctimas del nazismo, como tantas otras”. Pero Levin sí puso el acento en “que la persecución nazi se centró en los judíos” y “hoy es evidente que estaba en lo cierto”.   

ARMADOS PARA ENTENDER EL PRESENTE

Para Wieviorka, por muchos testimonios y libros que existan hoy sobre el Holocausto, “no está todo dicho y no hay que dejar de cuestionar ese periodo”. “Lo más importante es tratar de comprender y de llamar a la reflexión sobre ello. Las lecciones del pasado no son que la historia vaya a repetirse de manera idéntica. Ella sabe sorprendernos. Pero es posible que estudiándola, mostrando por ejemplo el modo en que un acontecimiento del pasado fue percibido en el momento, nos armaremos mejor para entender los acontecimientos de nuestro presente”.