Cervantes y América Latina

JUAN VILLORO

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El 'Quijote' funda la novela moderna y, de manera fascinante, también funda la metanovela, la narración que se discute a sí misma. Resulta a un tiempo sorprendente y tranquilizador escribir en un idioma donde el mejor escritor siempre es el mismo.

¿Qué impronta ha dejado el 'Quijote' en América LatinaCervantes cruza fronteras entre la realidad y la fantasía, la verdad y la mentira, la razón y la sinrazón, los géneros literarios, pero también y sobre todo entre distintas culturas. 'Road-novel' que cruza simbólicas aduanas, el 'Quijote' practica toda suerte de contrabandos culturales, algo común en la sincrética experiencia latinoamericana.

El autor manifiesto es un árabe, Cide Hamete Benengeli, algo audaz en tiempos de Cervantes, pues decir 'árabe' era decir enemigo, el gesto remite al castellano impuesto forzosamente con la conquista, que acabó por ser un privilegio compensatorio (Neruda dijo que los españoles se llevaron nuestro oro y nos dejaron su oro, en alusión a la lengua).

¿Qué tan cervantino es el castellano de Latinoamérica? Estamos ante un idioma que llegó después de las lenguas de los pueblos originarios y se esparció por diferentes colonias, lo cual obliga a tener presente que hay muchos modos de usarlo. Nuestra relación con el idioma depende menos de un sentido de la autoridad y la propiedad que de la fantasía y la adaptación al medio.

Cervantes trató de conseguir un puesto en Cartagena de Indias, Colombia, y en el Soconusco mexicano. De haberlo hallado, nos habríamos quedado sin el 'Quijote' (no es casual que la novela haya sido imaginada en una cárcel de Sevilla; sólo alguien acorralado podía concebir ese supremo ejercicio de liberación).

Pero sin viajar a América Latina, Cervantes contribuyó a definirla. Ricardo Piglia señala que Alonso Quijano es el “último lector” de una tradición: clausura la novela de caballerías y la confunde con la realidad. El lector de periódicos latinoamericano se le parece bastante. Habitamos un continente donde las promesas y las ilusiones son más importantes que los hechos; vivimos en estado de proyecto, planeando cosas que no necesariamente se cumplen, pero nos hacen sentir mejor, algo muy cervantino.