NOVEDAD EN EL SALÓN DEL CÓMIC

Altarriba cura 'el ala rota' de su madre tras 'El arte de volar'

El guionista y el dibujante Kim cierran el díptico iniciado con el Premio Nacional de Cómic 2010 y reivindican a las mujeres invisibles de la España de Franco

de 'El ala rota', de Antonio Altarriba y Kim, que conforma un díptico con 'El arte de volar' (Premio Nacional de Cómic 2010).

de 'El ala rota', de Antonio Altarriba y Kim, que conforma un díptico con 'El arte de volar' (Premio Nacional de Cómic 2010). / periodico

ANNA ABELLA / BARCELONA

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“Cuando nací (en 1918, en Pozuelo de la Orden, Valladolid), mi madre murió en el parto. Y mi padre, que estaba muy enamorado de ella, me quiso matar”, contaba Petra sin dramatismo y con total naturalidad, y añadía: “Mi hermana Florentina me arrancó de los brazos de mi padre, de no ser por ella estaría muerta”. Petra, mujer sufrida, sacrificada y devota desde niña, “retrato de la invisibilidad, la resignación y la sumisión de tantas mujeres a las figuras masculinas de padres y maridos”, era la madre del guionista y escritor Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), quien vuelve a formar tándem con el infalible dibujante Kim (Barcelona, 1941) en ‘El ala rota’ (Norma Editorial), su nueva obra maestra tras 'El arte de volar’ (Premio Nacional de Cómic 2010). Ambas componen un díptico que, a través de las difíciles vidas, primero del padre del autor (anarquista, republicano y exiliado) y ahora de su madre, pinta un fresco de la historia política y social de la España del siglo XX.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El autor de 'Yo, asesino'\u00a0denuncia\u00a0","text":"El autor de 'Yo, asesino'\u00a0denuncia\u00a0la supeditaci\u00f3n de nuestras madres y abuelas al poder masculino en la sociedad\u00a0"}}En su lecho de muerte, en 1998, donde empieza ‘El ala rota’, Altarriba descubrió que su madre no podía desdoblar ni estirar el brazo izquierdo. “¿Desde cuándo?”, le preguntó. “Desde siempre”, le respondió sin más detalles. Nadie de la familia, ni su padre, se dieron cuenta jamás. Perplejo, fue atando cabos y concluyó que tuvo que ser la secuela del arrebato paterno que a punto estuvo de machacar con una piedra la cabeza de la recién nacida (de ahí que la bautizaran Petra). Aquello le dio al guionista la metáfora para el título de 'El ala rota', esperada novedad del Salón del Cómic de Barcelona (del 5 al 8 de mayo). “No sé cómo pudo esconder y disimular esa invalidez toda la vida. Nunca se quejó. Luego piensas y ves que de niño me decía, “cógete de mi brazo”, “de este”, especificaba, y en las fotos siempre lo tenía doblado. Eso refleja ese anonimato y el silencio en que vivían las mujeres de su generación, que no le daban importancia a sus vidas, que no creían que debían ser contadas y que pasaron cuidando de los demás. Eran invisibles, como ella hizo invisible esa minusvalía. Son la trastienda de la historia”.

Altarriba reivindica a esas mujeres y “denuncia su supeditación al poder masculino de la sociedad” y a la Iglesia durante la dictadura pero, sobre todo, el libro surge de su necesidad “de reparación” tras dedicar a su padre ‘El arte de volar’ (al que hay constantes guiños) y “del arrepentimiento y la culpabilidad” por no haber hablado más con su madre sobre sus vivencias porque ahora ya no puede hacerlo. 

CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA CONTRA FRANCO

Cuando sus tres hermanos se fueron de casa, Petra se quedó sola con su padre, hombre buscabroncas, bebedor e irascible, al que con 18 años cuidó durante un lustro cuando quedó paralítico tras una pelea y hasta le salvó la vida durante la guerra civil cuando unos falangistas le buscaron para darle el ‘paseo’ por republicano. Tras su muerte marchó a Zaragoza a servir de criada y llegó a gobernanta en la Capitanía General para la familia del general Juan Bautista Sánchez González, convencido monárquico, considerado por el régimen “blando y desafecto” y quien se negó a sacar las tropas a la calle durante la huelga de tranvías en Barcelona cuando estuvo luego al frente de la Capitanía General de Catalunya. Su figura demuestra que “también hubo vencidos en el bando de los vencedores de la guerra civil”.

“Ella me decía que la habían tratado muy bien, que quería mucho a la familia, que eran muy católicos pero que no querían nada a Franco. Que si la hicieron gobernanta nada más llegar fue porque no confiaban en el resto del servicio y que por allí pasaba mucha gente”, cuenta el guionista de ‘Yo, asesino’, apuntando a espías y conspiradores. En ‘El ala rota’, Altarriba y Kim encajan piezas y reconstruyen la abortada conspiración de Sánchez González, y otros como el conde de Ruiseñada, que querían el regreso del rey Don Juan y hasta se reunieron en su casa con el entonces príncipe Juan Carlos.

“Los intríngulis de la conspiración los sacamos de la prensa de la época. La versión oficial fue que Sánchez González había muerto de un infarto durante unas maniobras en Puigcerdà -relata el autor-. Pero era un secreto a voces, como le contó a Kim un periodista jubilado, que los generales Muñoz Grandes y Ríos Capapé viajaron allí una noche para destituirle por orden de Franco pero que hubo un duelo y le mataron. Sus ayudantes y otros conspiradores aparecieron asesinados”.

LA DIFÍCIL VIDA SEXUAL

Petra tiene 30 años cuando conoce a Antonio, el padre de Altarriba, que ha vuelto del exilio francés. No siente el guionista pudor en mostrar la vida sexual de sus padres, como ya hizo en ‘El arte de volar’, pues lo considera importante para entender sus vidas, marcadas además por las penurias económicas. “La sexualidad condiciona nuestro comportamiento y explica nuestro carácter. Según los psicólogos, tendemos a asexuar a nuestros padres porque nos negamos a admitir su sexualidad”. “Mi madre -continúa- se refería al sexo como ‘esas cosas asquerosas’, lo veía como un tributo obligado donde los maridos se desfogan y a las mujeres no les queda otra que aceptar pero sin ningún aliciente ni placer para ellas, más bien como una tarea desagradable y molesta. Y cuando nací yo y el médico le dijo que otro parto podía ser fatal se negó a tener más relaciones sexuales. Mi padre me contó cómo tuvo que buscarse la vida fuera de casa. Recuerdo que salía los sábados por la noche y volvía de madrugada”.

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Asume que su madre hallo en la religión “el consuelo y el refugio afectivo que le faltaba”, pero denuncia “el papel de la Iglesia como encauzadora de aquella resignación femenina al poder del hombre”. “Cuando le decían al confesor que su marido les pegaba, les respondía que debían aguantar, resignarse y entender que este tenía que desahogarse”.

EL PAPEL DE LA IGLESIA

De primera mano, da fe Altarriba de cuestionables prácticas de la residencia religiosa en la que su madre terminó sus días. “Sí, la monja me dijo que tenía que poner la cuenta bancaria de mi madre también a nombre de la madre superiora, por si a ella le pasaba algo... Y te decían que no cobraban, que solo aceptaban la limosna, pero claro tienen una cifra mínima. Mi madre mantuvo su fe pero el clero se le cayó a los pies. Me decía, ‘si yo te contara... tienen unas rivalidades entre las monjas, cómo se odian...” 

El autor también se hace eco del “rumor” que existía en la residencia y que le contaban su madre y sus amigas. “Estaban convencidas de que cuando uno se ponía enfermo y no podía trabajar en las tareas asignadas al poco lo ingresaban y la palmaba. O sea, si no eras útil, al cajón”. “Con más de 70 años tuvo un novio secreto, Emilio. Se escondían por los rincones como adolescentes porque si las monjas los hubieran visto juntos los habrían expulsado por no estar casados. No sé si se enamoró pero sí sintió cosquillitas. Petra vivió allí momentos felices".